Hernán Español fue la primera persona que pensó que En Buenas Manos era un proyecto posible en Argentina. Inspirado en una idea similar que se llevaba a cabo en Australia, allá por 2011 comenzaba el sueño de armar una cooperativa sin fines de lucro con la misión de generar, mediante el trabajo, un cambio en la percepción que hay de las personas con discapacidad.
“No estamos interesados”, fue la respuesta que recibió tras la primera reunión que tuvo con una fundación de personas ciegas para contarles sobre su idea. Después de ese encuentro fallido, el proyecto pasó tres años guardado en el cajón. Hernán Español cuenta a POST que jamás se había esperado una respuesta tan negativa y tajante.
Sin embargo, después de unos años, otra fundación lo volvió a tratar de loco. No por su idea, que era maravillosa. “¿Cómo pudiste haber tenido guardado esto por tres años porque una persona te dijo que no?”, le exclamaron en medio del entusiasmo por la idea que Hernán acababa de contarles.
Desde ahí, En Buenas Manos comenzó a tomar forma. Su fundador revela que jamás formó parte de ningún proyecto que se vendiera tan rápido como éste. “Las compañías están felices de contratar el servicio. En las empresas cala muy hondo el tema de darle posibilidad a personas con discapacidad”, precisa.
Los servicios que ofrece la organización son llevados a cabo por personas con discapacidad. “El servicio de distribución de fruta lo hacen personas sordas y con discapacidad intelectual. El servicio de digitalización de expedientes lo realizan personas hipoacúsicas. Después en trabajos de administración hay algunas personas con discapacidad motriz”, especifica su fundador.
Hasta marzo de este año, había 255 clientes regulares que contrataban a En Buenas Manos: eran unas 80 mil personas regulares que contaban con el servicio. Hoy ya son 130 personas las que forman parte del proyecto y con ansias de seguir sumando gente.
La pandemia también fue un freno para la ONG. “Hubo servicios que tuvimos que poner en pausa, como el de los masajes y la distribución de frutas. Entonces empezamos con un servicio de sanitización de oficinas y plantas industriales. Empezamos muy fuerte con La Serenísima. Y también empezamos a hacer barbijos y servicios de streaming: capacitación de lengua de señas, charlas motivacionales, meditación, entre otras cosas”, contó su fundador.
Crecimiento exponencial
Hernán Español fue quien desde un principio tocó puerta por puerta en las empresas para contarles sobre la ONG. Y la demanda fue tal que debieron duplicar el personal disponible una y otra vez, así como agregar servicios.
“Primero empezamos a ofrecer masajes, desde 2011 hasta 2015. Después incluimos la distribución de frutas y ensalada de frutas; servicio de digitalización de expedientes y legajos; catering; y abrimos dos bares en Dow, donde el cliente puede pedir en lengua de señas”, explicó. En Dow, casi todo el mundo pide de esa manera, apunta.
Además, agrega que el año pasado empezaron a ofrecer manicuría, un servicio brindado por mujeres de silla de rueda. “Hasta la pandemia teníamos un local en el aeropuerto de Aeroparque y un stand en la Universidad Di Tella”, añade.
El vínculo con Santander
El primer servicio que En Buenas Manos le brindó a Santander fue hace dos años. Comenzaron con la distribución de frutas y frutos secos. “Hoy en día, el Banco incorporó también la meditación, estamos acompañando con la interpretación de lengua de señas en los eventos de Semana Santander y estamos trabajando en unas cápsulas de lengua de señas para brindar más conocimiento cultural sobre la discapacidad. El vínculo con Santander viene hace varios años”, cuenta Jimena Olazar, Directora Institucional de En Buenas Manos.
“También hicimos masajes en algunos eventos y el año pasado hubo una acción importante, a partir de la cual brindamos todo lo que tiene que ver con frascos y barras de cereal a todas las sucursales del país”, agrega la directora.
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