Con más de 20 años de experiencia en el universo de la psicología y el coaching, la Master Coach hace un repaso de los momentos claves de su vida que la llevaron a liderar a cientos de personalidades.
Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. La vida de la psicóloga y coach, Ingrid Rivera se resume en un recorrido vivaz que reúne experiencias únicas, fruto no solo de la presencia de un firme ‘para qué’, sino también la de romper con miedos a través del coraje.
Licenciada en Psicología hace 26 años y Master Coach hace 11, Rivera realizó un camino que la llevó a inspirar y transformar la vida de cientos de personas.
A través de su programa CCO (Compromiso, Confianza y Oportunidad), libros, conferencias y su rol como docente, aporta su ‘granito de arena’ en las personas para despertar su propósito, vocación que, según ella, nació en la adolescencia.
En una entrevista íntima con POST, comparte su camino que la llevó a convertirse, en 2014, en una de las 200 mujeres que hacen una diferencia desde su profesión según la Fundación Eisenhower Fellowship.
El proyecto que liderás se llama “Inspiración y resultados” ¿Cómo se logra a la inspiración para alcanzar los resultados deseados?
Yo digo que la motivación viene de afuera y la inspiración viene de adentro. ¿De dónde viene para generar esos resultados? Viene del propósito, de un profundo sentir y un ‘para qué’. Es lo que me conmueve cada día a estar siendo esa visión, ese propósito. El motor no viene de afuera, sino que viene de adentro. Eso es lo que hace generar ese coraje para ir tras lo que queremos.
¿Qué te movilizó a vos a querer ser líder e inspirar a las personas?
Desde los 14 años siento esa necesidad de estar para el otro desde la contribución. Desde ahí quería ser psicóloga. Aunque me iba muy bien en materias como matemática, física, química, lógica, sentía esa vocación de estar al servicio y la contribución. Inicié primero en clínica y lo que hacemos naturalmente los psicólogos. Después trabajé en drogodependencia en el Hospital Posadas, en el sector de Toxicología.
¿Y cómo llegaste a dónde estás hoy?
En este proceso también me encontré conmigo misma y fui cambiando. Cuando descubrí un nuevo propósito, sentía que desde la psicopatología se me complicaba y eso me frustraba en mi juventud. Soy alguien que busca resultados y alcanzar mi propósito. En ese momento, a los 23 años, con esto de cambiar el mundo, de ayudar y de colaborar, fui encontrándome. Ahí fue cuando me acerqué al coaching que, en ese momento, se basó en un coaching profundo y en el trabajo consigo mismo para inspirar los procesos coherentes con los resultados que queremos.
¿Qué es lo que impide hoy a las personas ser “protagonistas” de sus vidas y seguir sus sueños?
Muchas veces es más fácil ser “extra” de nuestra propia película llamada “mi vida”, ya sea corporativa, profesional o personal. Muchas veces es más fácil ser “espectadores” de nuestro propio “partido” de nuestra vida. Creo que lo que impide ser verdaderos protagonistas es el miedo profundo a equivocarse. Un miedo profundo que es normal del ser humano cuando entra en zona de desafío, en lo nuevo. Es normal que te corte la respiración y tener otras sensaciones. Eso implica crecer, avanzar, evolucionar. Aquí también se encuentra el tema de la gestión de las emociones que es vital frente al cambio o lo nuevo.
¿No hay un instinto natural de querer tener todo bajo control?
Querer controlar también es un impedimento, pero nada podemos controlar. Por eso digo que hay que soltar la seguridad de la orilla para entrar en la diversidad y en el cambio. Muchas veces también pasa que, para evitar el dolor -porque en algún momento sufrimos-, nos cuidamos y no queremos volver a sufrir. Al no querer volver a sentir dolor, no lo sentimos porque no estamos en el campo de juego. No hay posibilidad de “quebrarse una pierna” ya que no estamos jugando el partido de nuestra vida, en donde tampoco hay goles ni resultado. En todos estos ejemplos, tenemos un beneficio secundario (como puede ser tener razón, cuidamos la imagen, evitar el dolor o controlar), pero no es lo que queremos.
¿Qué necesitan las personas para descubrir su “mejor versión”?
Para mí, las personas necesitamos animarnos a ese autoconocimiento fuerte de nosotros mismos para poder autogestionarse con lo nuevo, con lo diverso y poder lograr eso que queremos. Todo esto con otros porque el todo es más que la suma de las partes.
¿Cuáles son las herramientas de liderazgo que deberían conocer?
Para mí, las herramientas son claras y son actitudinales. Tiene que ver con cómo conseguimos el liderazgo. Si es un liderazgo de equipo o es un liderazgo individual. En este camino de cómo conseguimos el liderazgo, también se incluye cómo estamos siendo a la hora de jugar nuestro partido con otro en cualquier dominio sea personal o corporativo, por ejemplo.
¿Qué lugar ocupa la responsabilidad?
Cómo tomamos también la responsabilidad también es vital. Esta tiene mala prensa ya que, a la hora de los no resultados y cuando algo no está funcionando, buscamos culpables en vez de hacernos responsables. La responsabilidad es la “habilidad para responder”, entonces no podemos responder cuando estamos en ese estado. En vez de buscar soluciones, nos quedamos en las explicaciones y excusas de por qué no se puede más que con el compromiso de resolver, yendo al ‘para qué’ (no el ‘por qué’) y hacia dónde queremos ir.
¿Y dónde se ubica el compromiso en esa responsabilidad?
En ese ‘para qué’ es donde aparece todo en lo que estamos comprometidos. ¿Soy el compromiso de eso que declaro querer o hablo acerca del compromiso? Entre el dicho y el hecho, como dice el refrán, hay un largo trecho. Por lo tanto, los resultados se producen por hechos y no por dichos. Y, el primer hecho, es el poder ser ese propósito, ese para qué, ese compromiso. ¿Qué promesa soy desde el cuerpo, emoción y lenguaje? No solo desde un lindo decir. Las palabras se las lleva el viento y los resultados se producen por hechos donde yo estoy jugando el partido. Esto está asociado a otro concepto que se utiliza a nivel corporativo que es la “visión”, esa visión compartida. ¿Estoy siendo ese compromiso con esa visión o estoy hablando de la visión? La visión es un término de ver lo posible. Si no lo vemos posible y no lo creemos, no lo podemos crear.
En pocas palabras, ¿de qué se trata la experiencia CCO 101 que creaste? ¿Qué buscas transmitir?
El CCO (Compromiso, Confianza y Oportunidad) es un programa que es más del ámbito personal. Son herramientas para el buceo del profundo autoconocimiento para la autogestión. Lo que permite este simulador es poder verse fuertemente en la dinámica propia del entrenamiento. Es más fácil verse de esta manera que hacerlo en la propia vida, porque el paradigma o las creencias limitantes que tenemos son transparentes y son en automático.
Entonces, cuando lo vemos ahí, lo podemos “linkear” dónde aparece esto en la vida real. Es un entretiempo del partido de la vida, para mirarse a uno mismo y alcanzar eso que querés alcanzar. Y ese es mi compromiso. A mí me emociona el ser humano cuando puede ir tras las cosas que quiere o al menos estar en el camino. Es un programa en el que han salido grandes artistas.
De todas las experiencias que tuviste, ¿cuál fue la que más te impactó o te quedó en el recuerdo?
Tuve una experiencia que inició de forma personal, pero terminó siendo corporativo y clave para mi vida. Cuando tenía 24 años, vino una mujer cuya hermana estaba muriendo de cáncer y la ayudé en ese proceso. Al tiempo, su marido deja de trabajar y ella tuvo que convertirse en el sostén de la familia. La comida saludable, que era su Hobby, tuvo que convertirse en un negocio. Para eso, tenía que armar un equipo de trabajo y ahí fue cuando me llamó de nuevo. Me dijo: “Mira Ingrid quiero que armes un equipo de alto desempeño con mis cuatro cocineras”. Así, en garaje en Caballito, yo entrenaba con ellas la ‘visión’ de cuando ellas crecieran aún más. La mujer tenía que armar una pyme cuando lo que antes era su hobby y ser el sostén de la familia de tres hijos. Al tiempo de trabajar con ella, me llama y me lleva a un lugar que era impresionante y… ¡era su pyme gastronómica! Lo que para ellas era inimaginable o impensable, fue creado. Después se armaron distintos equipos que hicieron crecer a la empresa que, tiempo después, sería nada más y nada menos que la creadora del famoso alfajor ‘Choco arroz’.
¿Qué mensaje consejos le dejas a las personas para que puedan “entrenar su actitud”?
Lo más importante es la aceptación de lo que no puedo cambiar. Hay cuatro estados de ánimo básicos. Uno negativo y otro positivo para cada situación. Están las situaciones que no puedo cambiar en mi vida y están las que sí puedo cambiar. Es decir, por un lado, estamos en el terreno de la facticidad, esos hechos que te ocurren y no las podés cambiar, y por otro, el terreno de la posibilidad y de poder cambiar e ir por más. Aquí podemos dar vueltas, rediseñar o reinventar. Podemos ir por más: ¿Qué es lo negativo y positivo acá? Una es la serena ambición en el buen sentido y lo negativo, es la resignación, cuando me bajo antes de tiempo.
¿Y en las cosas que no podemos cambiar?
En esta ocasión, en las situaciones límites, lo positivo es tener aceptación o paz de eso que yo no puedo cambiar. Esto es perdonar y soltar lo que cargamos. Si no lo aceptamos sigue en nuestra manera de ser, en nuestros procesos, en todos los dominios de nuestra adultez e impacta en los resultados. Por otro lado, en lo negativo, está el resentimiento. El resentir es “re-sentir”, volver a sentir lo que no solté o lo que no perdoné. Con esto dos (soltar y perdonar) quiere decir que es algo para uno mismo, incluso si tiene que ver con otra persona. No es para el otro. Es para mí.
Lo que resiste, persiste. Las personas que resienten vuelven a sentir lo que no soltaron. A veces en nuestro defecto y debilidades, necesitamos sentirnos “perfectos” en la imperfección y “completos” en la “incompletud”. Para gestionarlo y sentirlo, necesitamos una profunda aceptación.
1 comentario
Ingrid es lo más!!! Súper recomiendo sus entrenamientos gran profesional y gran persona!!