La transformación digital llegó para quedarse y los distintos rubros apelan a lo digitalización para facilitar sus procesos. Cómo son los cambios en las firmas y en qué se distinguen estas dos posibilidades.
Más legibles, que contengan las iniciales, el nombre completo o una rúbrica sin letras… Son muchas las variantes que las personas poseen al momento de tener que elegir una firma que los represente. Sea donde sea, los autógrafos están presentes, con cierta asiduidad, en el día a día.
Hoy, con la llegada de Internet, muchos procedimientos se han digitalizado y, con ellos, se encuentran las firmas. Con motivo de la digitalización, muchos productos y servicios de sectores como el financiero -que antes las personas solicitaban de forma presencial- ahora cuentan también con procedimientos online para facilitar y ofrecer alternativas a los diferentes trámites.
Por eso, entre todas las variantes, hoy se ofrecen cambios en las firmas. La insignia que representa a cada persona experimenta una evolución abriéndose paso en el panorama virtual.
En este sentido, cada vez que las personas se refieren a ella en un contexto virtual, no se pueden confundir la firma electrónica de la digital, aunque la definición particular de los conceptos pueda variar en función de la legislación de una nación o región concreta.
En términos generales, entendemos por firma electrónica aquellos datos electrónicos que, asociados con un documento del mismo carácter, pueden usarse como un medio de identificación personal. Dentro de ella, Santander.com precisa varios tipos:
- Firma electrónica simple: contempla los datos electrónicos empleados por la persona firmante. Es la que posee un menor nivel de seguridad.
- Firma electrónica avanzada: permite, además de conocer a la persona firmante, saber si se han efectuado cambios posteriormente.
- Firma electrónica cualificada: se trata de una firma electrónica avanzada que ha sido generada por un dispositivo capacitado para la creación de firmas electrónicas.
Por otro lado, está la firma digital, un valor generado tecnológicamente mediante cifrado criptográfico -compuesto a su vez algoritmos matemáticos- que certifica la autenticidad de un documento aceptado por el firmante, sin que este pueda ser modificado a posteriori. Es la técnica implementada en el caso de las firmas electrónicas avanzadas y cualificadas. Así pues, todas las firmas digitales son electrónicas, pero no al revés.
Teniendo en cuenta todo ello, este tipo de rúbrica se presenta como una excelente manera de firmar documentos como pueden ser un contrato para abrir una cuenta bancaria o un trámite en la Administración Pública -en aquellas geografías que contemplen esta posibilidad-, por beneficios tales como la seguridad, gracias al sistema de cifrado que mencionábamos; la autenticidad, certificando su validez e impidiendo futuras alteraciones; la agilidad en los procesos, como los burocráticos; la accesibilidad, evitando desplazamientos; o la sostenibilidad, al no recurrir a soportes físicos como el papel para realizar ciertos procedimientos.
Junto con las firmas, las tarjetas
La digitalización también cambió la forma en cómo las personas entienden y actúan en el mundo. Así, cientos de objetos traspasaron la barrera de lo material hasta ganar un puesto de honor en el mundo en línea. Un claro ejemplo de ello son las tarjetas virtuales.
El número de identificación, la fecha de caducidad, el CVV… Ahora, lo que antes solamente era pensado en cualquier tarjeta bancaria física, también se puede observar en una tarjeta virtual. Y es que, en efecto, este tipo no dista mucho de las que imaginamos físicas, con la única diferencia de que, en esta ocasión, el método de pago no existe de forma material.
Estas son, por lo tanto, tarjetas bancarias que solo existen en manera online y se almacenan en un monedero electrónico (también llamado wallet). Por ello, se han convertido en una opción cada vez más recurrente por los consumidores para pagar las compras en comercios virtuales, aunque también es posible, dependiendo de la entidad, hacerlo en algunos establecimientos físicos que dispongan de un sistema de cobro sin contacto (contactless).
En cuanto a los fondos disponibles en ella, este tipo se puede presentar bajo distintas formas, en función de la entidad bancaria: una opción mayoritaria es el prepago, en el que el usuario carga un saldo determinado, por ejemplo, a través de la app de banca digital, un cajero o una sucursal; otra es la vinculada a una cuenta corriente, como ocurre en el caso de las tarjetas de débito o crédito.
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