Lograr un patrimonio neto sólido suele ser un verdadero desafío y es muy común cometer errores financieros a lo largo del tiempo que impactan directamente en este. Desde POST te acercamos algunos de los más típicos y cómo evitarlos.
A la hora de construir un patrimonio financiero sólido, es habitual que las personas se enfoquen en las tasas de interés del mercado, los tipos de activos disponibles y otros factores que inciden directamente en la rentabilidad de sus inversiones.
Sin embargo, no siempre se presta la misma atención a ciertos aspectos que, aunque tienen un impacto indirecto, pueden poner en riesgo todo lo construido si no se manejan adecuadamente. Para ayudarte a evitar estas situaciones, desde POST recopilamos algunos de los errores financieros más comunes… y te contamos cómo podés prevenirlos.
Los errores financieros más habituales
No tener un fondo de emergencia
Tener dinero líquido e inmovilizado suele considerarse un error común y por eso muchas personas eliminan por completo la idea de contar con un fondo de emergencia. Sin embargo, prescindir de este respaldo puede ser un gran riesgo para el patrimonio personal.
Es cierto que mantener efectivo sin generar rentabilidad no tiene demasiado sentido: pierde valor con el tiempo y no es seguro. Pero existen alternativas como los fondos comunes de inversión “money market”, que ofrecen liquidez inmediata sin dejar de generar un rendimiento, aunque sea moderado.
La importancia de este tipo de activos radica en que los imprevistos suceden: una enfermedad que requiere atención urgente, un retraso en el cobro del salario, una visita inesperada al médico o al veterinario… En todos estos casos, disponer de dinero de forma rápida marca la diferencia.
Quienes no cuentan con este respaldo suelen recurrir a soluciones que pueden salir caras: endeudarse o vender parte de sus inversiones. El problema del primer caso es que, al necesitar el dinero con urgencia, muchas veces se toma una decisión impulsiva: se piden préstamos por montos mayores a los necesarios o con condiciones poco favorables.
En el segundo escenario, es común que se liquiden inversiones en momentos poco convenientes. Por ejemplo, vender acciones pensadas a largo plazo justo en una baja del mercado, perdiendo capital en el camino.
Contar con un fondo de emergencia funciona como un colchón financiero que permite atravesar esos momentos difíciles sin comprometer el futuro económico ni tomar decisiones precipitadas.
Gastar más dinero del que se gana
Otro error frecuente consiste en gastar dinero, especialmente a crédito, sin tener en cuenta los ingresos mensuales. De hecho, algunas personas se entusiasman a la hora de comprar en momentos con ofertas y cuotas.
Y, si bien suelen ser una gran oportunidad para obtener bienes de calidad a bajo precio y financiados, el no prestar atención a los gastos mensuales comunes, más las compras extraordinarias y las cuotas ya asumidas, puede generar que se gaste más dinero del que se gana.
Este tipo de error es uno de los más perjudiciales debido a que los usuarios incurren en costosos intereses de refinanciación y, ante el cese de pagos total o parcial de forma prolongada, puede dañar seriamente el perfil crediticio.
Asociar inversiones con montos elevados de dinero
Por último, uno de los errores más comunes —sobre todo entre quienes recién comienzan a invertir— es pensar que se necesitan grandes sumas de dinero para empezar. Esta creencia lleva a que muchos jóvenes pospongan el momento de invertir, bajo la idea equivocada de que solo con mucho capital se puede obtener rentabilidad.
La consecuencia de esta decisión es clara: un patrimonio neto mucho menor al que podrían haber alcanzado si hubieran comenzado antes y con constancia. En este punto, es fundamental entender el impacto del interés compuesto, que actúa como un motor silencioso pero poderoso. Invertir incluso pequeñas sumas desde una edad temprana puede marcar una gran diferencia en el largo plazo.
Evitar este tipo de errores —y adoptar desde temprano hábitos financieros inteligentes— puede transformar significativamente la salud financiera futura. A veces, la clave no está en cuánto se invierte, sino en cuándo y con qué regularidad se empieza.
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