Aunque muchas veces ahorrar y atesorar se los utiliza como sinónimos, son conceptos distintos y con implicancias muy diferentes sobre el patrimonio de las personas. Por qué es importante diferenciarlos.
Ahorrar y atesorar suelen percibirse como prácticas iguales o muy similares, pero en la práctica producen efectos distintos en el poder adquisitivo a lo largo del tiempo.
¿Qué significa ahorrar?
El ahorro puede entenderse como el conjunto de decisiones orientadas a trasladar el consumo hacia el futuro, manteniendo, en términos generales, el mismo nivel de capacidad de compra a lo largo del tiempo.
Dicho de otra forma, el objetivo de ahorrar es conservar el poder adquisitivo, de modo que sea posible acceder a los mismos bienes o servicios independientemente del paso del tiempo. Las variaciones en la capacidad de compra solo se producen cuando el monto ahorrado aumenta o se reduce.
Por ejemplo, si una persona realiza un plazo fijo en pesos ajustado por UVA o un plazo fijo en dólares con una tasa equivalente a la inflación internacional, ese patrimonio se irá actualizando en la misma proporción que la suba de precios.
Es decir, aunque el capital aumente en términos nominales, la capacidad de compra no se incrementará ni se reducirá, salvo que se realicen nuevos depósitos o retiros.
Una forma práctica de entenderlo es a través de los bienes: si un capital de 100 dólares permite adquirir, en promedio, 10 bienes, el paso del tiempo solo impactará en el valor nominal del capital, pero no en su capacidad de compra. Esos 10 bienes seguirán siendo accesibles, siempre que no haya ingresos o retiros externos de la cuenta.
¿Qué significa atesorar?
Atesorar implica acumular un activo que, por lo general, no genera rendimientos ni cuenta con mecanismos de protección frente a la inflación, por lo que su poder adquisitivo tiende a deteriorarse con el paso del tiempo.
La forma más habitual de atesoramiento es la tenencia de moneda. En Argentina, el ejemplo más representativo es la compra de dólares. Si bien la divisa estadounidense es reconocida como una cobertura frente a la depreciación de muchas monedas de la región, también está expuesta a la inflación internacional.
Esto significa que, con el transcurso de los años, los precios de la mayoría de los bienes y servicios tienden a aumentar incluso cuando se expresan en dólares. Por lo tanto, cuando una persona compra dólares y los guarda o los mantiene inactivos en una cuenta, en realidad está atesorando y no ahorrando.
Para evitar que el poder adquisitivo se reduzca con el tiempo, la clave está en elegir activos conservadores que generen un rendimiento igual o cercano a la inflación, permitiendo así preservar el valor real del dinero.
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