Con la conciencia de querer ser mejores para el mundo, cada vez más marcas optan por el equilibrio entre lo financiero, social y medioambiental. Cómo hacer para que tu empresa se convierta en una de ellas.
“Si lo que hacemos contribuye a hacer posible la vida digna de la gente y a cuidar de los bienes ecosistémicos del planeta, nuestra actuación siempre será ética y ganar-ganar”. Sencillo, cierto y simple el planteo de Bernardo Toro, filósofo y representante de la Fundación Avina en Colombia, quien, en su visita por Buenos Aires, conversó sobre las nuevas economías, sobre el valor de lo cotidiano y de la construcción del bien común.
Según Toro, cuando el dueño de una empresa comienza a preguntarse si está haciendo bien las cosas, si su compañía contribuye a mitigar el daño ambiental, si se preocupa por el bienestar de su comunidad más cercana, por el crecimiento y el aprendizaje de sus colaboradores, cuando tiene como valores mantener buenas relaciones con sus proveedores, sin dudas, está pensando en una nueva forma de hacer negocios. De esta manera se plantea un nuevo paradigma, en donde el valor económico y las ganancias están en el mismo pedestal y pesan lo mismo que el valor social, comunitario y ambiental.
¿Pero es esto posible o es una utopía? Existe y una organización extendida en 8 países de Latinoamérica lo promueve. Es Sistema B, que forma parte del Movimiento Global B y que apunta a una economía que pueda crear valor integral, además de rentabilidad, promoviendo formas de organización económica que puedan ser medidas de acuerdo con el bienestar de las personas, las sociedades y la Tierra.
Las empresas que forman parte de este movimiento comparten la misma búsqueda: una nueva “genética” económica que permita que los valores y la ética inspiren soluciones colectivas. En su mensaje institucional, Sistema B se pregunta: “¿Qué sentido tiene una economía que crece financieramente y que por su misma naturaleza genera inequidad creciente, acaba el agua y otros recursos de la Tierra, profundiza el individualismo y la exclusión de miles de personas?”
Ser B: ser mejor empresa para el mundo
“Éramos B antes de certificar, nacimos con esa impronta, con ese propósito”, afirma Guillermo Casarotti, fundador de Inti Zen, empresa de infusiones que mezcla las mejores cosechas de té de Oriente con sabores de nuestra tierra, y que cuenta con la asesoría de Inés Berton, la reconocida tea blender.
Para ser parte de este movimiento global, las empresas deben someterse a una evaluación para alcanzar la certificación. Un elemento clave para alcanzar los 87,6 puntos que obtuvo Inti Zen en el 2012 —el mínimo es de 80— fueron las medidas de ecoeficiencia que habían puesto en marcha en su planta de Del Viso. Entre los aspectos más notorios se destacaron el ahorro del 43% anual del sistema de iluminación, el tanque solar que redujo las emisiones de carbono anuales en 0,47 TON y el aprovechamiento del agua de lluvia. En 2019, por ejemplo, Santander Argentina completó el cuestionario para la evaluación de impacto.
Casarotti agrega que ser B “es un proceso de aprendizaje continuo” (las empresas deben re-certificar cada 2 años y superar su puntaje anterior, de lo contrario pueden quitarle la certificación). Y recomienda hacer la evaluación que es gratuita: “es interesante por el mismo proceso. Se va ampliando la conciencia de lo que puede hacer y dejar de hacer la empresa. Vale la pena hacer el recorrido.”
¿Mi empresa puede ser B?
Cualquier empresa puede certificar, sin embargo, “la convicción de los fundadores es clave, sea una PyME, un emprendimiento o una multinacional. Si los fundadores no se comprometen con el valor de ser B, esto no va a permear al interior de la organización”, aclara Francisco Murray, Director Ejecutivo de Sistema B Argentina.
“Hay que partir siempre de una convicción personal, no hay que encontrarle un para qué transaccional, porque justamente lo que busca la certificación es identificar empresas que buscan un valor más allá que el netamente económico”, sostiene Murray. Además, “otorga una validación objetiva de cara al consumidor, a proveedores, clientes y al ecosistema en general. Escapa a cualquier especulación de mensaje de marketing. Esto es una herramienta concreta, una certificación que valida que la empresa hace las cosas bien y es mejor para el mundo”.
Por otra parte, el directivo concluye que “la certificación —con costo anual de acuerdo a la facturación de la empresa— no es un premio de llegada, sino que es la identificación de un camino de mejora en el tiempo”. Es otorgada por B-Lab, organización de Estados Unidos que dio origen a este movimiento y aliado estratégico de Sistema B que trabaja en la difusión de empresas B, y que identifica empresas que pueden llegar a ser B y las acompaña en el proceso desde que arranca la evaluación hasta la etapa final, que consiste en las llamadas telefónicas de revisión con B-Lab.
Formar parte de una comunidad
Compartir valores, estar alineados a una nueva forma de hacer negocios y estar comprometidos con un mundo mejor son los denominadores comunes de pertenecer a esta comunidad de pares. Y esto va más allá de las industrias a las que pertenezcan y a los tamaños de las empresas.
“Ser B implica pertenecer a una comunidad de pares empresas que los une el propósito, los une una causa superadora. Hay muchas comunidades de emprendedores, de empresas, pero esta es una que lo que las une es la forma de encarar los negocios, tomarlos no solo como un fin a la rentabilidad, sino como un medio para generar un fin mayor. Es muy rico pertenece a la comunidad B. Se terminan generando alianzas y oportunidades que van mucho más allá que lo económico”, concluye Murray.
Para conocer en qué estado se encuentra tu pyme para ser una empresa B, podes hacer gratis la evaluación B desde http://evaluacionb.net/es
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