Claves infalibles para fortalecer la memoria de trabajo

Esta capacidad es esencial para retener y procesar información en el día a día. Cuáles son las técnicas y hábitos para mejorar la memoria a corto plazo, mantener el cerebro en forma, mejorar el desempeño cognitivo y optimizar nuestro estilo de vida. 

No importa cuál sea el trabajo que cada persona lleve adelante, lo cierto es que para cualquiera de las tareas que se puedan desarrollar en el mundo laboral es necesario un denominador común: el cerebro. ¿Acaso alguno de nosotros toma dimensión de la cantidad de información que el cerebro puede almacenar y el impacto de esta información en cada una de las gestiones diarias? 

Reflexionar sobre cuántas veces al día se recuerda un proceso específico, o la forma en la cual desarrollar una tarea o en cuántos aportes constructivos en reuniones de largas horas se deben a nuestra memoria, es lo que lleva a pensar en el concepto de memoria operativa o de trabajo. 

“La memoria operativa del trabajo, también conocida como “memoria de trabajo”, es un concepto que nos regala la psicología cognitiva y se refiere a la capacidad de procesar y mantener información activa en la mente a corto plazo. Se trata de un sistema de almacenamiento temporal que permite mantener y manipular información relevante para la tarea que se está realizando en un momento dado”, explica en diálogo con POST, Melani Meyer, coach laboral y vocacional certificada por La International Coach Federation (ICF Federación Internacional de Coaching).

Un estudio realizado por el psicólogo cognitivo George A. Miller, conocido como “Regla de Miller” sostiene que los seres humanos tienen una limitadísima memoria de trabajo visual cuyo promedio es de 7 +/- 2 elementos. Esto significa que un adulto puede retener de manera efectiva entre 5 y 9 elementos en su memoria a corto plazo.

En cuanto a la memoria a largo plazo, en cambio, no hay una cifra exacta porque la capacidad de la memoria es altamente variable y depende de muchos factores. Se estima que un adulto promedio puede retener entre 100 y 200 terabytes de información en su memoria a largo plazo, lo que sería equivalente a toda la información almacenada en la World Wide Web. 

“Una de las características más sorprendentes de la memoria de trabajo es que, a diferencia de la memoria a largo plazo, es un recurso limitado que se agota rápidamente si se le exige demasiado. Asimismo, si asociamos la estimulación de nuestra memoria a un contexto de alto nivel de estrés, trabajo bajo presión, bajos índices de motivación o desinterés por la tarea que se está desempeñando; es como si cada exigencia infla cada vez más un globo a punto de estallar”, explica Meyer.  La buena noticia es que los especialistas sugieren que este tipo de capacidad puede ser aumentada a través de entrenamiento y práctica. 

Las reglas de oro del cerebro

Lograr un desarrollo de la memoria operativa tendrá un impacto significativo en la capacidad de hacer y desempeñar bien las tareas laborales que a cada persona le correspondan, incrementado así su productividad. 

En este sentido, un estudio científico publicado en la revista “Memory & Cognition” en 2018, titulado “Working memory capacity predicts task-switching performance and adaptability in younger and older adults” sostiene que las personas con una memoria operativa fuerte, son capaces de mantener un enfoque claro en sus tareas, y de realizar transiciones suaves de una tarea a otra, sin perder información importante. Estas habilidades son fundamentales para el desarrollo de la creatividad e innovación y favorece a aprender a focalizar más en las soluciones, que en los problemas de las cosas.  

“Una memoria operativa fuerte nos permite mantener en la mente información relevante mientras trabajamos en una tarea específica. Por ejemplo, un gerente de proyecto puede tener que mantener en la mente varios detalles importantes al mismo tiempo, como fechas límite, presupuestos y responsabilidades de equipo. Una memoria operativa fuerte le permitirá retener y procesar esta información, lo que se reflejará en tomar decisiones más asertivas y apropiadas”, añade Meyer.

Richard Restak, profesor de Neurología en la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad George Washington Hospital y autor de más de 20 libros sobre la mente, dedicó su carrera a describir como algunas actividades simples y cotidianas pueden ayudar a favorecer y estimular la memoria.

La primera regla de oro para el neurocientífico es practicar juegos y ejercicios mentales. “El bridge y el ajedrez son excelentes para ejercitar la memoria porque tienes que evaluar las partidas anteriores mientras consideras las consecuencias futuras de tus decisiones”, sostuvo el neurocientífico en diálogo con el medio norteamericano CNBC.

Las tres siguientes indicaciones sugeridas por el neurocientífico y que también son compartidas por Meyer, son los elementos indispensables para llevar adelante una vida saludable: dormir bien, ejercitar el cuerpo y llevar una alimentación saludable. 

“El ejercicio mejora el flujo sanguíneo al cerebro y ayuda a mantener una mente sana. Por otra parte, descansar es vital para una buena salud mental, incluyendo la memoria de trabajo. La falta de sueño afecta nuestra capacidad para retener información y concentrarnos. Por ello, se vuelve fundamental cuidar y fomentar momentos de desconexión y relajación. Por otra parte, los alimentos ricos en ácidos grasos omega-3, como los pescados grasos, y los alimentos ricos en antioxidantes, como las frutas y verduras, son beneficiosos para la memoria y el cerebro en general”, sostiene la experta. 

Trabajo y estrés

Las actividades mencionadas son tan solo algunas de las que cada persona puede realizar en cualquier momento de su vida cotidiana y personal. Sin embargo, también existen otras acciones que se pueden aplicar específicamente en el ámbito laboral para evitar que las tareas se carguen de un condimento que suele estar muy ligado al trabajo: el estrés. 

“Nuestro trabajo puede volverse una fuente común de estrés, y está en nosotros aprender a gestionar nuestras emociones de manera efectiva, para poder reducir su impacto en nuestra mente y cuerpo. Muchos factores en nuestra rutina o responsabilidades contribuyen a la sensación de presión o falta de control; como la carga excesiva de trabajo, el cumplimiento de plazos, la falta de autonomía, la falta de apoyo social, las expectativas poco realistas y las relaciones laborales tensas”, relata Meyer.  

Algunas de estas posibilidades son:

• Dar y recibir feedback constructivo: mejora la capacidad para retener información y ejecutar tareas de manera efectiva.
• Establecer límites: pautar diferencias claras entre el trabajo y la vida personal para ayudar a reducir el estrés. 
• Pedir apoyo: es importante buscar una red de contención, ya sea de un supervisor, compañeros de trabajo o amigos fuera del trabajo. 
• Aprender habilidades de gestión del tiempo y organización: ayudará a reducir la sensación de presión y aumentar la sensación de control.
• Practicar técnicas de relajación: salir de la estructura laboral, cortar un día complicado con una meditación guiada, un ejercicio de yoga o practicar respiración profunda.

“Hay una frase que adoro comunicar y es: ‘las personas felices, trabajan mejor’. Si estás a cargo de un equipo, no dudes en preguntar cómo se sienten las personas que tenés a cargo. Si te toca ser parte del equipo, comienza por preguntar a tus pares, ¿cómo llegan a enfrentar su nuevo día? Un simple ¿Cómo estás? Puede cambiarle el día a cualquier persona”, concluye Meyer.