Turismo sostenible: doce maneras de tener un impacto positivo en tus viajes

Por Equipo Santander Post | 15-11-2023 | 6 min de lectura

Los tiempos han cambiado y, en paralelo, también se han modificado diversos hábitos de consumo. Elecciones alimenticias, patrones de indumentaria, métodos educativos, son algunas de las áreas de relevancia en las que el ser humano ha dado una vuelta de página a las alternativas tradicionales.

Uno de los lugares comunes que más aceptación genera es el que reza que “viajar es una de las mejores inversiones”. Tras dos temporadas dificultosas, en las que las restricciones debido al COVID-19 hicieron que emprender un viaje se convirtiera en utopía, la rueda ha vuelto a girar. Se calcula que alrededor de dos mil millones de personas realizan turismo cada año. Semejante caudal tiene sus innegables beneficios, pero acarrea enormes desventajas.

Por ese motivo, tanto empresas de viajes, como agentes independientes, entidades no gubernamentales y administraciones locales, han puesto énfasis en fomentar, difundir y desarrollar el denominado turismo sostenible. Se trata de una nueva manera de vivenciar y entender al mundo, una corriente que pregona un combate contra la contaminación, los daños materiales y el uso desmedido de los recursos naturales. Un combate, según propone la ONU, que comienza de manera individual y con pequeños gestos.

“Hoy, no se debería concebir al turismo por fuera de una mirada sustentable. Tiene que ser consciente de lo que impacta, en torno a lo sociocultural, lo económico y lo ambiental. El grado es de urgencia”, indica en diálogo con POST Bettina González, una de las responsables de Boomerang Viajes, la primera empresa de turismo certificada B, en Argentina. “Las agencias, cuando diseñamos una propuesta turística, tenemos que pensar cómo se puede afectar el destino. A su vez, buscar opciones menos visitadas, para desviar el foco de los lugares más concurridos, e informar al cliente que racionalice los recursos”, agrega González.

De esta manera, la ONU ha propuesto una breve guía con doce consejos particulares para aquellos que piensen en diagramar un viaje. Ideas al alcance de la mano que, al transformarse en acción, producen un bien indudable.

Un repaso por los doce puntos

  • Evitar los plásticos de un solo uso: las botellas o bolsas reutilizables son los mejores aliados para no utilizar esos elementos, que solo sirven por unos minutos y tardan más de mil años en degradarse (cubiertos, vasos, recipientes, sorbetes).
  • Sabiduría con el agua: el turista suele exigir cambios diarios de ropa blanca en los hoteles o, asimismo, desperdicia un enorme volumen de agua en sus duchas o cocciones de alimentos. En lugares donde la escasez del agua es moneda corriente, bien vale realizar un uso razonable, medido y consciente del mayor recurso natural del mundo. “Hay ciudades colapsadas, que sufren la carencia del agua. Si el pasajero, de manera espontánea, está atento a ello, favorecerá lo sustentable”, comenta González.
  •  Comprar productos locales: el apoyo a las economías regionales es vital, no sólo para apuntalar el mantenimiento de las comunidades de cada lugar, sino para reducir la huella de carbono producida por el transporte de mercancías.

  •  Contratar un operador turístico ético: el impacto en el medio ambiente que se genera en la ejecución de un viaje puede ser enorme, con consecuencias no precisamente amenas para el planeta. Por ende, es menester priorizar el asesoramiento de un agente que sea empático y promotor de la cultura local. “El contemplar un asesoramiento consciente, programar y pensar el viaje, aporta a un turismo más sostenible”, le ilustra González a POST.
  •  No alimentar a los animales: la transmisión de enfermedades humanas, la alteración de la conducta natural o los potenciales conflictos son resultados de acercarse a darle comida a la fauna del lugar. No necesariamente debiera acontecer un escenario tan perjudicial, pero es preferible evadirlo.
  • No comer animales: las especies exóticas o en peligro de extinción son las más vulnerables ante la mano humana: no contribuir a la demanda de consumo en torno a la fauna local, no adquirir productos fabricados con partes de la vida silvestre que se encuentra amenazada.
  • Repensar los traslados: compartir medios de transporte colectivos, propulsar el uso de bicicletas o apelar a la caminata. Los vehículos configuran uno de los principales contribuyentes a la huella de carbono. “Evitar los medios con mayor emisión de gases o recorrer las ciudades a pie deben ser alternativas de cabecera para ofrecerle al cliente”, precisa Bettina González.
  • Alojarse en una casa de familia: ayuda a comprender con mayor cercanía las costumbres del lugar. Asimismo, representa un incentivo para las comunidades locales, no solo en lo económico, sino en la retroalimentación cultural.

  • Informarse sobre el destino, antes de partir: un conocimiento profundo hará del viaje una experiencia más completa, empática y aportará en torno al descubrimiento de espacios que no figuren en la agenda tradicional.
  • Visitar parques nacionales y santuarios: el abono por la entrada es un incentivo al mantenimiento de esos refugios para la vida natural, al tiempo que empujan al turista a aprender sobre los ecosistemas visitados.
  • No dejar rastros: como primera y fundamental medida, arrojar la basura donde corresponda, a la vez separar en orgánicos, inorgánicos y demás.
  • Propagar la información: comentar a familiares y amistades sobre las ventajas de hacer turismo sostenible: ayudar a mejorar el día a día de las culturas locales y preservar el entorno natural. “El mayor desafío, como agente de viajes, es lograr que el pasajero sea consciente, que se informe de antemano. Que respete las prestaciones locales, busque experiencias auténticas”, señala la responsable de Boomerang. 

Una nueva óptica

Por definición y prácticas, el turismo sostenible apunta a considerar y respetar los contextos naturales, sociales, culturales y económicos de los sitios visitados. “Un ejemplo: que un restaurante utilice productos locales y de estación ya favorece a la economía de la comunidad y aporta sustentabilidad. Lo mismo sucede cuando el turista contrata a un guía de la zona para que lo lleve a recorrer los lugares aledaños”, explica González a POST.

En un mundo hiperglobalizado y de relaciones fugaces con muchos problemas actuales y por venir (cambio climático, hambrunas, desastres sanitarios), es imperativo empezar por casa: es decir, reducir el impacto de la huella propia sobre los lugares que se recorren.

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