La oficina ya no existe. El trabajo se mueve entre mundos virtuales y vínculos que hay que volver a tejer. En 2045, la pregunta no es qué puede hacer la tecnología, sino qué sentido le vamos a dar al trabajo.
Imaginemos un atardecer cualquiera en el año 2045. Un lugar donde los autos se manejan solos, la inteligencia artificial forma parte de casi todas las rutinas y nuestras reuniones laborales se dan en espacios virtuales tridimensionales. Aunque parezca ciencia ficción, algunos expertos coinciden en que ese va a ser la nueva referencia para el trabajo humano. Entonces, el desafío no está solo en adaptarse a los avances tecnológicos, sino que radica en cambiar la manera como entendemos a la vida profesional.
“Cuando hice predicciones para 2030, la realidad superó ampliamente lo esperado. En 2045 ocurrirá algo similar”, le señaló Paula Molinari, fundadora del Grupo Whalecom y referente en desarrollo organizacional, a POST. Para ella, el horizonte exige revisar profundamente el rol del ser humano en los nuevos ámbitos laborales.
Del home office al trabajo inmersivo
La fundadora del Grupo Whalecom mencionó al estudio Global Workplace Analytics, el cual expresa que el trabajo remoto creció un 173% desde 2005 y todo indica que la tendencia va a continuar. Sin embargo, no se trata solo de trabajar desde casa. La evolución tecnológica va a habilitar nuevos espacios inmersivos en donde los equipos que se encuentren distribuidos globalmente puedan colaboran en planos 3D.
“Dejamos el mundo híbrido para ir a un contexto totalmente tridimensional. Estaremos con otros como si estuviéramos juntos, pero desde cualquier parte del mundo”, adelantó Molinari. Las habilidades y talentos personales van a ser más importantes que donde viven. Esto va a generar una colaboración sin fronteras.
Diversidad generacional
Otro cambio clave que se va a apreciar en el futuro es el impacto de los avances médicos en la longevidad. Molinari proyectó que las personas de 70 u 80 años van a seguir activas en el mercado laboral. “Vamos a tener que aprender a trabajar entre generaciones muy distintas”, explicó.
Pero este futuro también va a tener que afrontar desafíos. Vamos a estar más conectados, pero no necesariamente más acompañados. Resolver esta tensión entre hiperconectividad y soledad será un objetivo central para los ámbitos laborales en el futuro.
Hacia una economía del bienestar
La Escuela de Innovación del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) ya comenzó a pensar en ese futuro desde el concepto de Convergencia 5.0, el cual sostiene que la eficiencia queda en un segundo plano y se comienza a priorizar el bienestar humano. “Convergencia 5.0 no idealiza el futuro. Su valor está en la disposición a co-construir y reimaginar”, explicó Karen Zeolla, docente del ITBA. Este modelo valora más las habilidades como el liderazgo ético, la adaptabilidad, la innovación y la gestión ambiental.
La desaparición de lo rutinario
La automatización avanzada liberará a los profesionales de tareas repetitivas, pero también va a forzar a una gran cantidad de trabajadores a una reconversión masiva. Un informe de McKinsey citado en el evento y también por Molinari proyecta que 800 millones de empleos podrían desaparecer por el avance de la tecnología.
“Las tareas operativas van a ser reemplazadas por inteligencia artificial. Pero van a surgir nuevos roles ligados a la gestión de comunidades y la creación de sentido”, afirmó la referente en desarrollo organizacional. Se trata de una transformación profunda. Por otro lado, el ITBA también se advirtió que la lógica algorítmica va a dominar algunos aspectos del trabajo, pero no va a sustituir las habilidades como la creatividad, la ética aplicada y la inteligencia emocional.
El ITBA y la fundadora del Grupo Whalecom subrayaron que las habilidades blandas van a ser los pilares del desarrollo profesional. Se valorarán perfiles que sean capaces de liderar, fomentar culturas inclusivas y promover la regeneración.
Un liderazgo regenerativo para un mundo automatizado
En esa misma línea, la consultora Melina Masnatta, propuso ver el liderazgo desde una mirada regenerativa. “Un liderazgo regenerativo podría tener una oportunidad, ya que no se limita a “no dañar” como en un escenario de burnout, sino que activa sus capacidades para restaurar, sanar e innovar desde lo humano articulado con una IA”, explicó a POST.
También agregó: “En un mundo automatizado, lo verdaderamente escaso y valioso va a ser la capacidad de volver a generar vínculos, ecosistemas y sentido”.
Este tipo de dirección no solo responde a una crisis, sino que también crea condiciones para que las personas y las instituciones se puedan volver a regenerar. Esto implica escuchar, incluir varias perspectivas múltiples y tomar decisiones éticas con visión en el largo plazo.
Construir futuro desde lo humano
Masnatta advirtió que el futuro del trabajo va a atravesar desafíos sociales como la desigualdad estructural, la crisis climática, la salud mental y los desplazamientos poblacionales. Pero también por nuevas búsquedas como los trabajos con propósito, las estructuras más flexibles y los modelos colaborativos.
“Vamos a necesitar carreras que no solo se adapten al mercado, sino que lo moldeen desde el impacto social, la diversidad y la regeneración”, detalló. “La economía del cuidado, muchas veces invisibilizada, será central, al igual que la alfabetización digital crítica y la ética aplicada a la tecnología”, añadió la consultora.
El diseño del futuro
Tanto Molinari como Masnatta coinciden en que el futuro del trabajo no está escrito. Y que prepararse implica aprender a utilizar nuevas herramientas y ser agentes activos del cambio.
Entre los temas centrales que propuso la consultora para un desarrollo profesional saludable en el año 2045 se destacan:
- Cuidar la salud mental.
- Redefinir el éxito.
- Incorporar pausas.
- Fortalecer vínculos genuinos.
- Desarrollar pensamiento sistémico.
- Comunicación empática.
- Resolución creativa de problemas.
- Gestión del cambio.
“Algo que no va a pasar de moda es construir una comunidad. En un mundo interconectado, las redes humanas van a ser tan importantes como cualquier tecnología”, cerró Masnatta.
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