Fake news: 7 de cada 10 personas las comparten sin saberlo

Por Equipo Santander Post | 15-07-2025 | 5 min de lectura

Las fake news viajan seis veces más rápido que la verdad. Por qué la emoción y la falta de chequeo son trampas invisibles que se multiplican en las redes.

Cada vez que se reenvía una noticia escandalosa por WhatsApp sin chequearla, se comparte una captura en X (ex Twitter) con un titular alarmante o se le da “me gusta” a un video en TikTok con afirmaciones dudosas, se alimenta —muchas veces sin saberlo— la cadena de la desinformación. Se estima que el 70 % de las personas tiende a compartir fake news sin ser consciente de ello. 

Las fake news se propaga más rápido que la verdad 

La falsedad circula seis veces más rápido que la verdad. Un contenido falso, diseñado para llamar la atención, llega a 1.500 personas mucho más rápido que una información verificada. Y no solo viaja más lejos, sino también con mayor profundidad. Las emociones que despiertan estos contenidos virales son clave para que se compartan sin verificar. 

El periodista Matías Enríquez, especialista en desinformación, explicó a POST que esta dinámica se potencia en algunos grupos. “Los adultos mayores son particularmente vulnerables por la falta de alfabetización digital. No crecieron con tecnologías digitales y suelen confiar ciegamente en los medios tradicionales”, señaló. 

Por otro lado, los adolescentes también son propensos a caer en la trampa: “Están sobreexpuestos a redes sociales, donde el consumo informativo es superficial y veloz. Suelen compartir sin leer, sin verificar y sin saber quién está detrás del contenido”, agregó. 

¿Por qué compartimos contenido falso? 

Laura Zommer, cofundadora y CEO de Factchequeado y ex directora ejecutiva de Chequeado, explicó: “A diferencia de lo que ocurría en el pasado, donde la gente se disponía a leer el diario o mirar el noticiero, actualmente los contenidos, tanto informativos como desinformativos, llegan sin ser buscados”. Y añadió que ello es lo que “los investigadores Pablo Volkovic y Eugenio Milchest llaman consumo incidental de noticias”. 

Zommer advirtió que este tipo de consumo, sumado a la lógica emocional de las redes, reduce la capacidad crítica. “Las personas comparten lo que activa emociones fuertes: bronca, tristeza, alegría. Y al hacerlo, se apaga el pensamiento crítico y se pierde la capacidad de análisis”, afirmó. 

El sesgo de confirmación y el de familiaridad también cumplen un papel importante. “Se comparte lo que coincide con ideas previas, y si algo se vio muchas veces, se tiende a creer que es más verdadero”, explicó. “Por eso los desinformantes repiten los mismos contenidos en múltiples cuentas. Buscan instalar esa falsa sensación de legitimidad”, agregó. 

Algoritmos que amplifican lo dudoso 

Las plataformas digitales no son neutrales. “Los algoritmos no están diseñados para proteger la democracia ni la salud pública”, señaló Zommer. “Están pensados para maximizar el tiempo de permanencia frente a la pantalla, mostrar más publicidad y aumentar las ganancias de las plataformas”. 

De esta forma, lo que priorizan no es la veracidad, sino el engagement, es decir, la interacción. Esto explica por qué un meme falso o un video editado puede alcanzar millones de visualizaciones, mientras que una nota verificada puede pasar desapercibida. 

Cómo defenderse de las fake news 

La educación es la herramienta más poderosa. “La mejor defensa contra las fake news es una sociedad informada”, sostuvo Enríquez. “Eso implica fomentar la alfabetización digital desde edades tempranas, para que las personas desarrollen herramientas críticas y puedan diferenciar lo verdadero de lo falso”, explicó. 

Zommer coincidió: “Es clave prestar atención a los contenidos que activan emociones intensas, porque esa es una técnica deliberada para generar viralidad”. Y advirtió: “Si algo enoja o emociona demasiado, frenar un segundo puede hacer la diferencia”. 

Entre las recomendaciones para verificar una noticia se destacan: 

  • Usar búsqueda inversa de imágenes, como Google Lens, para detectar fotos fuera de contexto.  
  • Revisar logos y nombres de medios: muchos desinformantes falsifican marcas con cambios mínimos.
  • Utilizar herramientas gratuitas para comprobar si un contenido fue generado con inteligencia artificial.  
  • Consultar chatbots de organizaciones de verificación: en América Latina, Chequeado y Factchequeado son dos opciones destacadas.

“Si hay dudas, no compartir. No hacerlo ‘por las dudas’. Compartir ideas y emociones, pero no desinformación que pueda dañar a otros”, resumió Zommer. 

El rol de los medios y las redes sociales

Aunque el ecosistema informativo está fragmentado por las plataformas digitales, los medios tradicionales siguen siendo influyentes y responsables. “Contribuyeron a la propagación de noticias falsas por negligencia o impericia profesional”, comentó Enríquez. “Pero pueden revertir esta situación si recuperan los valores básicos del periodismo: el chequeo de fuentes, la verificación rigurosa y el compromiso con la verdad”, agregó. 

Las redes sociales, en paralelo, se convirtieron en el escenario ideal para que la desinformación se multiplique. El auge de la inteligencia artificial permitió crear contenidos hiperrealistas conocidos como deepfakes. Estos videos, imágenes o audios manipulados simulan a personas reales diciendo cosas que nunca dijeron. 

La tecnología para falsificar está al alcance de cualquiera, pero la capacidad para detectar lo falso sigue siendo limitada. 

Algunos consejos prácticos para no caer en la trampa:

  • No te quedes con el titular: leé la nota completa antes de compartir. 
  • Chequeá la fuente: ¿es un medio confiable? ¿quién firma la nota? 
  • Hacete preguntas: ¿qué intención tiene este mensaje? ¿por qué me lo mandaron? 
  • Revisá tus prejuicios: ¿lo creés porque te parece verdad o porque querés que sea verdad? 
  • Usá herramientas de verificación: como Google Lens o buscadores de fact-checking. 

Si bien la tecnología forma parte del problema, también puede ser parte de la solución. Pero se necesita responsabilidad, educación y, sobre todo, un compromiso individual para no ser cómplice en la expansión de información falsa. Cada mensaje que no se reenvía y cada duda que se chequea es un pequeño acto de defensa. 

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