Impuestos progresivos y regresivos: qué son y cuáles son los más populares en Argentina

Por Equipo Santander Post | 03-07-2024 | 4 min de lectura

Muchas veces se debate qué impuestos tienen un impacto más negativo y cuáles se distinguen por su efecto más equitativo. Desde POST te contamos todos los detalles.

Es muy común que cuando se habla de impuestos surjan dos conceptos para calificarlos: progresivos y regresivos. En este sentido, por lo general, se considera a los primeros como los más justos y equitativos, mientras que los segundos se afirma que son injustos y poco equitativos.

Desde POST te contamos qué significa cada concepto, cuáles son las típicas posturas de cada uno, qué impuestos argentinos son considerados progresivos y regresivos y los motivos por los que unos son considerados más justos para la sociedad.

¿Qué son los impuestos progresivos y regresivos?

Los impuestos progresivos y regresivos son dos conceptos que hacen referencia a cómo afectan a cada segmento de la sociedad en función de su capacidad de pago. En este sentido, los progresivos son aquellos en los que la tasa aumenta a medida que los ingresos del contribuyente se incrementan.

Por otra parte, los impuestos regresivos son aquellos en que la tasa impacta en mayor medida en los contribuyentes que menos ingresos tienen. Es decir, afectan de forma desproporcionada a las personas de bajos ingresos y poco o nulo a los sectores con mayores riquezas.

¿Cuáles son los impuestos progresivos y regresivos en Argentina?

Muchos expertos argumentan que, sin lugar a duda, el impuesto progresivo por excelencia en Argentina es el Impuesto a las Ganancias. En el caso de las rentas de personas humanas, parte de un mínimo no imponible y contempla la situación particular de cada contribuyente a través de las deducciones personales. Por ejemplo, permite deducir una parte de los gastos médicos o hijos a cargo, ya que se estaría gozando de una menor “ganancia”.

Además, aplica una progresividad en sus escalas, aplicando porcentajes más altos a las ganancias más elevadas. Sin embargo, las alícuotas mayores se van aplicando sobre los excedentes de las categorías menores, por lo que no genera un perjuicio para quienes tuvieron ganancias ligeramente inferiores al escalafón anterior.

Por ejemplo, de la ganancia neta imponible acumulada superior a $0 y hasta $419.253,95 pagará el 5%. De esta forma, en el caso máximo serían $20.962,70. Superado ese límite, la alícuota es del 9%, pero solo sobre el excedente de $419.253,95, ya que, de otra forma, el tributo no sería justo para el que obtuvo una mayor ganancia y desincentivaría la obtención de mayores ingresos.

Si llevamos el caso al extremo y la persona solo se excedió en $10, el 9% solo se aplicará a esa suma, abonando $0,90 más, es decir, $20.963,6. De otra forma, si se gravara el total, pasaría a $37.733,75 aproximadamente, eliminando los incentivos para percibir mayores ingresos.

En cuanto a los progresivos, los casos más emblemáticos son el del Impuesto al Valor Agregado e Ingresos Brutos. El primero se debe a una teoría en el que las personas con menores ingresos gastan todo o casi todo su dinero en bienes y servicios como alimentación, ropa, entre otros, por lo que sus ingresos se ven impactados en un 100% por el IVA. Así, alguien que tenga ingresos por $400.000 y gaste todo su salario en bienes básicos tendrá un impacto en su poder de compra de $69.421 aproximadamente.

Sin embargo, una persona que goza de ingresos por $10.000.000 y solo gasta $2.000.000 en esos bienes, el 21% del IVA solo afectará al 20% de sus ingresos, teniendo un impacto real de tan solo del 3,47% ($347.107). En el caso de Ingresos Brutos ocurre porque grava a las personas y empresas sin considerar sus costos.

De esta forma, dos empresas que obtienen los mismos ingresos, pero una tiene un margen del 10% y otra del 50% pagarán lo mismo, afectando proporcionalmente mucho más a la empresa con el margen más chico en comparación con la que goza de un margen 5 veces mayor. 

En conclusión, podemos afirmar que los impuestos progresivos son más justos para la sociedad porque todos abonan en proporción a su riqueza, mientras que los regresivos afectan sustancialmente más a las personas y compañías de menores recursos.

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