Interés simple vs interés compuesto: en qué consisten

Por Equipo Santander Post | 23-12-2024 | 3 min de lectura

Entender el funcionamiento de las distintas tasas de interés es clave tanto a la hora de invertir como al asumir una obligación. En este artículo te contamos qué son, cómo se calcula y cuál conviene usar.

Al momento de invertir dinero o tomar una deuda, es crucial entender todos los conceptos financieros detallados. El tipo de tasa de interés y su capitalización son, sin lugar a dudas, los de mayor impacto en las finanzas personales.

Si se firma un contrato o se adquiere un producto en una entidad financiera, se deben tener presentes los conceptos de interés simple y compuesto. Su impacto puede generar que una deuda o inversión crezca más o menos con el tiempo.

¿Qué es el interés simple?

El interés simple es una fórmula en la que los rendimientos se calculan sobre un capital inicial, pero no se capitalizan. En el caso de una deuda, simplemente se calcula el porcentaje sobre el monto adeudado.

En una inversión, el porcentaje de retorno se aplica directamente al patrimonio afectado, pero no se tienen en cuenta los rendimientos que se generan. En otras palabras, las ganancias generadas no se reinvierten, sino que se retiran al finalizar cada período o simplemente no se tienen en cuenta.

Un ejemplo de interés simple se da en un plazo fijo a un año, con una tasa nominal anual del 32%. Si una persona invirtió $1.000.000, luego de 365 días, obtendrá $320.000 de retorno por su inversión.

En el caso de una deuda, si se asumió una obligación por un capital de $1.000.000 a devolver en 12 cuotas con una tasa nominal del 50% anual simple, da un valor final a devolver de $1.500.000. Las mensualidades serían de $125.000 por mes si se divide en pagos iguales.

La fórmula para su cálculo es el siguiente:

I= CI X TN X T

Donde I es el interés generado, CI es el capital inicial, TN es la tasa nominal y T es el tiempo.

¿Qué es el interés compuesto?

El interés compuesto es una fórmula en la que la utilidad se calcula sobre un capital inicial y las ganancias que se generan. Dicho proceso se conoce como capitalización y el período puede variar. 

Es decir, puede ser diaria, semanal, mensual, entre otros períodos. Este efecto puede ser tanto beneficioso como perjudicial, según si se invierte o se toma una deuda.

Un ejemplo se da en un plazo fijo a un año en total, pero que se reinvierte el total cada 30 días, es decir, se constituye 12 veces. En este caso, se capitalizan los rendimientos que se generan todos los meses junto al patrimonio inicial, por lo que se genera un efecto compuesto.

Si una persona invierte $1.000.000 a 30 días con la tasa mencionada previamente, el interés efectivo subirá con el paso del tiempo. Al renovarse por completo, en 12 meses tendrá $370.298,30, es decir, una TNA del 37,02% aproximadamente. En este caso, la tasa efectiva es un 5,02% más con respecto a la nominal, por el efecto mencionado.

¿Conviene más el interés simple o el compuesto?

La respuesta siempre depende del contexto. Si se opta por una inversión, por lo general es conveniente aprovechar el interés compuesto. Este permite invertir los réditos, por lo que se genera rendimientos sobre rendimientos. 

Sin embargo, en activos como los depósitos a plazo fijo, se corre el riesgo de que la tasa se modifique al momento de renovarse. En cuanto a las deudas, el interés simple suele ser el más conveniente, incluso si la tasa es un poco más elevada que otra nominal, pero que aplica una fórmula de capitalización compuesta.

En la práctica, este último es muy común al asumir una obligación, especialmente cuando se debe refinanciar un saldo, por lo que siempre conviene pagar en tiempo y forma.

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