Cada vez más profesionales entre 45 y 60 años incorporan el power nap como herramienta de bienestar, ya que mejora la salud, el ánimo y el rendimiento.
La Generación X, históricamente asociada a una cultura del esfuerzo y horarios rígidos, está protagonizando un giro inesperado. Hoy en día, aquellas personas que transitan de los 45 a los 60 años comienzan a adoptar nuevas prácticas de bienestar que hace apenas unos años habrían descartado por ser consideradas como señales de debilidad. Entre ellas, se encuentra el Power Nap, una siesta breve de entre 20 y 30 minutos que está pensada para recargar energías durante la jornada laboral.
Este hábito, que cada vez está más respaldado por la ciencia, se instala como una estrategia para mejorar el rendimiento y la capacidad de concentración. Y lo más interesante, es que la propia Generación X es la que está liderando esta transformación.
La Generación X cambia sus reglas
“Se trata de una generación que valora la autonomía, busca mayor flexibilidad y es escéptica frente a las normas inquebrantables”, explicó Giannina Bellone, psicóloga laboral y especialista en investigación y desarrollo organizacional, en diálogo con POST. “Por eso, cuando una política promueve el bienestar personal sin afectar la productividad, es percibida como una ventaja”, añadió.
La división tajante entre vida personal y vida laboral comienza a desdibujarse, no por una cuestión de resignación, sino como parte de una mirada más integradora del trabajo. Lejos de ver el descanso como un lujo, cada vez son más las personas que lo entienden como una herramienta de rendimiento sostenible y que genera un beneficio en la salud.
Qué aporta el power nap
La práctica del power nap no es una moda pasajera. Distintos estudios neurocientíficos demostraron que una siesta breve, en las condiciones adecuadas, puede tener beneficios medibles tanto a nivel cognitivo como emocional.
De acuerdo a Bellone, en el plano cognitivo tiene las siguientes ventajas en tareas que exigen concentración sostenida, mientras que, a nivel emocional, puede ayudar a reducir síntomas de ansiedad o estrés, siempre que no haya un cuadro clínico preexistente.
Además, la psicóloga advirtió: “Una Power Nap no reemplaza las horas de sueño perdidas ni revierte un estado de fatiga acumulada. Solo funciona si es breve y está bien incorporada dentro de una rutina de descanso saludable”.
Por su parte, la Doctora Belén Bargagna, Médica Otorrinolaringóloga, Especialista en Medicina del Sueño (Matrícula N 167.249), enumeró los principales beneficios que trae aparejada esta práctica de descanso:
- Mayor alerta y concentración durante varias horas.
- Mejor ánimo y sensación de bienestar.
- Favorecimiento de la memoria y el rendimiento mental.
- Recuperación física y energética en personas activas.
- Bajo riesgo de inercia del sueño, ya que el aturdimiento residual suele desaparecer en pocos minutos.
Claves para que la siesta sea realmente reparadora
El efecto positivo del Power Nap depende en gran medida de respetar algunas condiciones específicas. Bargagna enfatizó que es importante cuidar tanto la duración- que sea de entre 20 y 30 minutos- y el horario. Es recomendado que ocurra entre las 13 y las 15 horas, ya que coincide con el bajón postprandial natural después del almuerzo.
“Esa duración permite mantenerse en fases de sueño ligero (N1 y N2) para evitar entrar en sueño profundo o REM. Esto reduce el riesgo de despertarse con sensación de pesadez o confusión”, detalló.
La especialista también destacó otros puntos:
- Fase del sueño: lo más reparador ocurre en la fase N2, alcanzada luego de unos 10 minutos dormidos.
- Tiempo de recuperación: dejar entre 30 y 60 minutos después de despertar antes de enfrentar tareas cognitivas o físicas exigentes.
- Entorno: un lugar tranquilo y oscuro favorece la calidad del descanso.
El riesgo del power nap en personas con insomnio
Ahora bien, no todas las personas se benefician de igual manera con este hábito. “Aunque las siestas cortas ofrecen múltiples beneficios, en quienes padecen insomnio la situación es distinta”, advirtió la especialista. “Dormir durante el día reduce la presión de sueño acumulada, lo que dificulta conciliar el sueño a la noche, aumenta los despertares y perpetúa el problema”, señaló.
Por ello, en estos casos, las siestas suelen estar desaconsejadas, a excepción de situaciones puntuales de privación aguda de sueño o cuando la somnolencia diurna representa un riesgo para la seguridad. La alteración del reloj biológico es otro factor a tener en cuenta, ya que la regularidad y consistencia son la base del tratamiento para los trastornos del sueño.
Power Nap: ¿qué pasa con el sueño nocturno?
El impacto de la siesta sobre el descanso nocturno depende en gran medida del estado previo de sueño y del perfil de cada persona.
Bargagna detalló cuatro escenarios:
- En personas sanas: las siestas de 10 a 20 minutos no alteran la calidad del descanso nocturno y mejoran el estado de alerta y el rendimiento laboral.
- En personas con insomnio: reducen la presión de sueño acumulada y dificultan la conciliación del descanso.
- En quienes ya tienen el hábito: los beneficios cognitivos son mayores, sobre todo en términos de memoria y aprendizaje; en cambio, suprimir la siesta puede afectar su rendimiento.
- Tras restricción de sueño nocturno: una siesta breve tiene efectos recuperadores en alerta y desempeño.
La siesta corta, bien usada, es una aliada para la salud y la productividad. La clave radica en que sea breve y que esté adaptada a cada persona. Para aquellos que no duermen bien, puede ser un recurso valioso, pero, para quienes padecen insomnio, en cambio, es mejor evitarla y trabajar en resolver el problema de fondo.
Un hábito que gana terreno en el trabajo
Lo que en otro momento habría sido visto como una señal de flojera o falta de compromiso, hoy se acepta, y en algunos casos se promueve, como una práctica saludable. Una encuesta de Talker Research reveló que el 26% de los trabajadores de la Generación X admitió tomar una siesta durante su jornada laboral.
El contexto postpandemia, los cambios en los modelos de trabajo y una mayor conciencia sobre el impacto del estrés en la salud mental contribuyeron a naturalizar estas pausas. Un descanso a media tarde es un recurso eficaz para retomar tareas con claridad y energía para muchos profesionales.
El descanso como política de salud
La resistencia todavía existe, sobre todo en los ámbitos laborales donde reina la lógica de productividad lineal. Sin embargo, los especialistas coinciden en que el descanso debería ser abordado desde una perspectiva de salud pública.
“El primer paso es entender que los problemas de sueño no son individuales, sino colectivos”, afirmó Bellone. “Y el segundo es aceptar que lo que sucede en el hogar del trabajador impacta en su performance. Dormir mal, estar sobreexigido o no tener espacios para desconectar termina afectando los resultados laborales”, sentenció la psicóloga.
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