Invertir en fondos comunes de inversión permite diversificar el capital sin la necesidad de una intervención activa, por lo que lo hace ideal para objetivos de corto, medio y largo plazo.
Las personas suelen planificar su vida, desde la rutina semanal hasta las vacaciones. Dentro de esta se encuentra la denominada “planificación financiera”, la cual se basa en objetivos de corto, mediano y largo plazo.
Un ejemplo de objetivo a corto plazo podría ser la compra de un electrodoméstico, mientras que uno de mediano plazo podría ser unas vacaciones prolongadas, que suelen implicar un gasto considerable. En cambio, los objetivos que se planifican con muchos años de anticipación suelen estar asociados a metas que requieren un desembolso importante y/o constante de capital, como complementar la jubilación o adquirir una propiedad.
Para ello, la clave se encuentra en transformar el ahorro en inversiones rentables y diversificadas, las cuales deben orientarse al lapso de tiempo del objetivo. En esta línea, los fondos comunes de inversión son una muy buena alternativa, ya que la distribución de los activos que lo componen quedan en manos de expertos. Además, presenta varios beneficios como la facilidad de invertir en ellos.
Qué son los fondos comunes de inversión y qué objetivos se pueden alcanzar
Los fondos comunes de inversión son instrumentos de inversión colectiva en los que se agrupa el dinero de muchos inversores con el objetivo de colocarlo en una canasta de activos financieros variados.
Estos son elegidos por un equipo de expertos con experiencia, quienes pertenecen a la sociedad gestora del fondo. La elección de uno u otro activo se suele basar en el objetivo y tipo de fondo.
Por ejemplo, hay fondos que invierten en una determinada industria o tipo de activos, mientras que otros lo hacen de forma variada. Además, cada uno tiene un riesgo asociado, distinguiéndose los conservadores, moderados y aquellos de alto riesgo.
Por lo general, los más conservadores sacrifican rentabilidad en la búsqueda de mayor seguridad y viceversa. En este sentido, para objetivos de corto plazo, lo más habitual es elegir fondos comunes de inversión, en especial los denominados money market.
Esto se debe a que son fondos de bajo riesgo, ya que suelen invertir en activos como cauciones, depósitos a plazo fijo y cuentas remuneradas, entre otras, y cuentan con liquidez inmediata.
Al no tener variaciones en los rendimientos ni suele verse afectado el capital, son ideales para objetivos de corto plazo, ya que no hay tiempo para esperar a que las pérdidas se reviertan.
En el caso de objetivos a mediano plazo, lo más común es la búsqueda de fondos comunes de inversión con un riesgo “moderado”, es decir, que sacrifique un poco de estabilidad a cambio de una mayor potencial ganancia. Un ejemplo muy común son fondos diversificados en los que se incluye activos de renta fija como también de renta variable.
Por último, para el largo plazo, lo más común es invertir en muchos fondos comunes de inversión, destinando una parte del dinero en aquellos que busquen una gran rentabilidad, a costa de colocar el capital en activos con cierta volatilidad.
Un caso habitual son aquellos FCI que se enfocan en las acciones de empresas, ya que, si bien son considerados bienes de alto riesgo y volátiles, al tener una meta de largo plazo, de haber pérdidas, se cuenta con el plazo suficiente para potencialmente revertir la situación.
Sin embargo, los expertos no suelen recomendar colocar todo el capital en estos fondos, incluso si se tiene un objetivo a largo plazo, sino una proporción de este. Esto se debe a que la posibilidad de perder dinero existe, sin importar el tiempo que se deje colocado el dinero.
Lo más común es que se genere una cartera que combine varios FCI con distintos niveles de riesgos asociados. Por ende, lo más aconsejable es siempre consultar con un especialista para armarla, basándose en objetivos, tolerancia al riesgo y horizonte de inversión.
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