Desarrolló un sensor portátil que detecta si hay presencia de contaminantes en la muestra. Se aplicará en la Cuenca Matanza-Riachuelo, que provee de agua al 15% de la población del país.
Daiana Capdevila es una de las tantas mujeres que hacen y luchan por una ciencia mejor. Desde adentro, la química del CONICET se erigió sin quererlo como una referente de cientos de jóvenes argentinas que hacen ciencia. A través del dispositivo llamado Rosalind, la científica hace un importante aporte, no sólo de luchar contra la contaminación, sino de que la mujer tenga la visibilidad que se merece.
Su creación, Rosalind, es dispositivo que permite saber en pocos minutos si el agua está contaminada o no. Lo revolucionario de este desarrollo es la posibilidad de contar con dispositivos portátiles que permitan medir in situ la contaminación en las aguas.
La científica dialogó con Post para explicar cómo funciona este sensor, cuándo nace y de qué forma podría ayudar a prevenir enfermedades y detectar la presencia de contaminantes. Su trabajo le valió ser la ganadora de la Beca L´Oréal – UNESCO “Por las mujeres en la ciencia”.
¿Ser mujer es una traba en el mundo de la ciencia y la química?
Somos un montón de mujeres en la ciencia y en la química. El problema es que muchas veces no las vemos. Y eso sí es una traba para la proyección que se tiene como mujer, porque no se puede ser lo que no se ve. Y además porque el rol que se le dio a la ciencia hecha por varones es muy distinto al rol que se le dio a la ciencia hecha por mujeres. Tuvimos mucho tiempo escondidas en el agradecimiento de los papers o en el medio de la lista de autores.
¿Creés que eso fue cambiando con el tiempo?
Creo que a medida que pasa el tiempo vamos disputando este lugar que necesitamos y la ciencia necesita que tengamos. Queremos hacer otra ciencia y que la comunidad científica pueda estar hecha por todos. Por eso se vuelve imprescindible charlar de estos temas.
¿Te acordás de alguna situación en la que se vio reflejado esto?
Me acuerdo de una anécdota que para mí refleja mucho lo que es una traba en este sentido. Cuando estaba haciendo la carrera un profesor me preguntó como cuál de las dos profesoras que había en el departamento quería ser. Y yo le contesté que me parecía injusto poder elegir sólo entre dos posibilidades cuando todos mis compañeros varones tenían muchas más opciones para elegir, más de 20 modelos. Esa restricción con la que crecieron las mujeres de mi generación es más chica que aquélla con la que creció la generación anterior. Pero son cosas que te marcan en la capacidad de proyectarse a futuro. Hoy en día esas cosas pasan menos y necesitamos que dejen de pasar. Necesitamos que haya más mujeres para cambiar la ciencia.
¿Desde cuándo supiste que esto era lo que te apasionaba?
La ciencia me interesaba desde muy chica, quizás en ese momento no lo veía como una profesión. Me acuerdo la primera vez que vi una célula como una de esas experiencias que te modifican. Eso me cambió la cabeza y me hizo dar cuenta de la cantidad de cosas que no podemos ver. Pero tardé mucho en darme cuenta de que eso era algo que le podía dar sentido a mi trabajo y del cual podía vivir. Hubo muchas instituciones y personas indispensables para que eso me pasara. No es algo que a uno le pase solo. Como decía antes, necesitamos que, así como salimos de la escuela sabiendo leer, todos salgamos pudiendo pensar científicamente. Darme cuenta que me apasionaba la ciencia requirió de un montón de personas, y eso es algo que me encanta comunicar. Muchas veces la escuela aplacó esa pasión en vez de incentivarla.

Foto: Conicet
¿Cuál es tu misión como química? ¿Qué buscas aportar?
Yo como química soy un poco extraña. Creo que lo que me apasiona es tratar de entender cómo las cosas vivas (bacterias principalmente) están organizadas a escala atómica de una manera muy particular. Y también cómo se organizan las proteínas que forman parte de las células es algo que me gustaría aportar a entender. Eso tiene muchas aplicaciones. Eso es algo que desde la ciencia básica me gustaría impulsar. Tengo la ilusión de que las aplicaciones sirvan para todos y sobre todo para ampliar derechos, que sea una ciencia capaz de resolver problemas, independientemente que sean problemas del sector productivo. Creo que mi ilusión va de la mano de tratar de responder preguntas de la ciencia básica y ver cómo las respuestas pueden transformarse en derechos adquiridos.
¿Qué es y cómo funciona Rosalind?
Rosalind es un sensor portátil de contaminantes en agua de consumo. En agua que me voy a tomar o de uso. Funciona como un tubo que está dentro de un dispositivo de iluminación que tiene el tamaño de una mano que, cuando pongo una gota en ese tubo, aparece un color verde brillante si el agua está contaminada. Contaminada quiere decir que tiene un contaminante por encima de lo que indica la normativa. En 30 minutos, el sensor da una señal clara de si el agua está contaminada o no.
¿Cómo surge la idea de desarrollarlo?
La idea de desarrollarlo surge fue como una confluencia entre dos grupos de investigación que venían trabajando temas distintos que no tenían que ver con la contaminación del agua. Por un lado, el grupo en el que yo estaba haciendo mi postdoctorado en EE.UU, que nos dedicamos a entender cómo funcionaba lo que podríamos llamar las ‘papilas gustativas’ de las bacterias, pequeñas proteínas que detectan contaminantes pero dentro de las bacterias. El otro grupo de investigación trata de ver cómo podían medir muy eficientemente la expresión de genes. Entonces, combinar las dos cosas nos permitió agarrar dos sistemas biológicos y hacer este sensor
¿Por qué Rosalind?
Rosalind viene del nombre de Rosalind Frankling, que fue una de las descubridoras del ADN. Sin embargo, a diferencia de sus pares varones, ella no tuvo el reconocimiento que se merece. Entonces el nombre viene a hacer un poco de justicia, a recordar que, cuando tengamos una tecnología que se base en los ácidos nucleicos, tenemos que recordarla. Rosalind también representa las siglas que ilustran cómo funciona el dispositivo.
¿Cómo puede cambiar, a partir de este invento, la lucha contra la contaminación del agua?
La principal ventaja de este sistema es que es portable, económico y fácil de usar. Es ideal que existan dispositivos de cercanía que nos permitan saber qué aguas consumimos y poder, llegado el caso, reclamar a la institución que sea responsable de garantizar este derecho. Obviamente ese aporte no sería completo si no se buscara una solución si el agua efectivamente estuviera contaminada.
La Cuenca Matanza-Riachuelo, en Argentina, provee de agua al 15% de la población del país y está entre las más contaminadas de Latinoamérica. ¿Ya se aplicó Rosalind al agua de la cuenca?
Estamos en el proceso de empezar a aplicar Rosalind al agua de la cuenca. De hecho, el proyecto que tenemos con ACUMAR, la autoridad de la cuenca Matanza – Riachuelo, en estas aguas acaba de comenzar. ACUMAR es una institución ideal para validar el sensor en Argentina y ponerlo a disposición de todos en el país.
¿Creés que en un futuro este invento podría ayudar a prevenir el desarrollo de enfermedades?
Los contaminantes generan múltiples enfermedades. La idea es empezar con metales pesados. En particular un sensor que tenemos funcionando de plomo. Si bien el plomo no es el principal contaminante en el agua de la cuenca, hay que seguir monitoreándolo. El plomo puede generar problemas neurológicos en niños. Por otro lado, uno de los objetivos es extender el sensor tanto para arsénico y nitratos, y ver si podemos incorporar otras tecnologías que nos permitan medir contaminantes biológicos, también asociados a múltiples enfermedades, ya sea virales o bacterianas.
Ganaste la Beca L´Oréal – UNESCO “Por las mujeres en la ciencia”. ¿Qué te permitió ganar esta beca? ¿Qué significó para vos este premio? ¿y para todas las mujeres que hacen ciencia?
Lo primero que me permitió ganar la beca es que exista. Eso ya es algo extraordinario. No hay muchas instituciones en Argentina que premien a mujeres jóvenes que hacen ciencia. Esta asociación entre tres instituciones permite que se nos dé visibilidad. Este año el premio fue mucho más federal que otros años. La ciencia argentina a veces peca de ser demasiado porteña, no por quienes la hacen, sino por quien se lleva la mayor parte de la prensa.Este año hubo científicas de todo el país.
Creo que algo que le da mucho valor al premio es que ayuda a que las mujeres seamos conscientes de que somos un montón en la ciencia. A veces seguimos pensando como una minoría. Esto ayuda a reforzar la idea de que somos un montón. Este año hubo un récord de 130 investigadoras que aplicaron al premio y eso para mí dice que en un año de pandemia dedicaron parte de su tiempo en mostrarle a los evaluadores lo buena que es la ciencia que hacen. Para mí es un honor enorme poder ser la voz de todas esas mujeres.
1 comentario
La felicito es muy importante…su logro….yo quiero q le agan la pueba a mi mama …por q tiene una eda q n te hace caso…y toma agua de la canilla..pero yo la veo ..un poco oscura..eya vieve en varela..isos d pocos recurso…