De San Miguel de Tucumán y con sangre Calchaquí, la politóloga revela a POST sus proyectos que buscan cambiar la realidad de los más vulnerables, las mujeres y las personas indígeno ascendientes. Además, cuenta su experiencia con Barack Obama y su fundación.
Lo lleva en su sangre y nadie se lo va a quitar. Nacida en tierras tucumanas y con raíces indígenas, Inés Palacios sabe, desde hace tiempo, que su vocación es lo social y transformar la provincia que la vio nacer.
Politóloga y de 30 años, Palacios cuenta con una corta (pero enriquecida) experiencia en políticas públicas dirigidas a grupos en situación de vulnerabilidad, particularmente en cuestiones de género y pueblos indígenas.
Su fuerte compromiso con la comunidad, su experiencia como activista e investigadora, y el trabajo vinculado a temáticas de desigualdad de género, la llevaron a convertirse en una referente que busca la integración de las mujeres, los pueblos originarios y los argentinos indígeno ascendientes.
Mediante diversas iniciativas como la de promover becas de programación para personas de situación de vulnerabilidad en Tucumán o su trabajo con ‘Chaka’, una incubadora que se encarga de mentorear y acompañar a mujeres indígenas a prosperar económicamente, ganó una beca para sumarse a la generación Obama Scholars, la fundación que promueve iniciativas de índole social.
En un mano a mano con POST, revela en detalles todas sus ideas y proyectos y los sueños que la motivan a seguir adelante:
Como politóloga que ejerce la política. ¿Qué es la política para vos?
Es una herramienta de transformación. Cuando pienso en política, pienso en esa capacidad de identificar alguna dimensión de la vida de las personas, de una comunidad específica, de un segmento específico y pensar cómo podemos mejorarle esa dimensión. Cuáles son los actores claves que tengo que salir a convencer, cuáles son los recursos que tengo que buscar, cuál es la teoría del cambio que estoy buscando y, a partir de eso, ejercer la transformación. En otros términos, para mí “política” es transformar. Es una herramienta de transformación. También es importante dentro de la política narrar la transformación que uno genera. Esa es la manera en la que yo vivo la política. La política la pueden ejercer los activistas, los emprendedores, los empresarios y, sobre todo, los ciudadanos. Hay un desafío todavía de que los ciudadanos se sientan lo suficientemente empoderados para ejercer políticas en su entorno y comunidades.
¿Cómo surgió la propuesta de crear las becas de programación? ¿Por qué elegiste esta temática?
Elegí la temática de la Economía del Conocimiento porque creo que es un sector contra cíclico al ciclo de crisis que estamos viviendo. En una situación como está atravesando el país, la Economía del Conocimiento termina siendo una luz al final del túnel. En particular en Tucumán, según el Clúster Tecnológico Tucumán, hay 1500 puestos vacantes sin cubrir y esto se replica a nivel global. Hoy la humanidad demanda más programadores de los que existen en sí y esto es lo que permite que los programadores tengan un sueldo arriba de la media. En términos sociales, en Tucumán, por ejemplo, una persona que se convierte en programador y que logra tener un buen sueldo puede sacar a su familia completa de la pobreza. Lo interesante es que además ya hemos avanzado en generar maneras en qué los programadores se puedan convertir en programadores entre 6 y 8 meses. Hoy el trainee, es decir, el nivel inicial de los programadores puede ganar muy bien. Estas 1000 becas lo que buscan es garantizar que haya más programadores en Tucumán. Eso es lo que nos despierta y nos parece estratégico en una Argentina que, incluso si se permite tener estas reformas para estabilizar macroeconómicamente, sabemos que esto nos puede cambiar por lo menos en los próximos 2 o 5 años. La Economía del Conocimiento es un salvavidas para un montón de personas.
¿Qué te llevó a conectarte con mujeres indígenas y ayudarlas a través de la incubadora ‘Chaka’? ¿Cómo fue el inicio de tu vínculo con la comunidad?
Lo primero clave para mencionar es que mi familia es del Valle Calchaquí, yo tengo sangre calchaquí, tengo raíces indígenas de ahí. Eso me permitió tener una mayor aproximación a la realidad de las mujeres indígenas. Lo que no se cuenta es que las mujeres pobres de la Argentina son probablemente sujetos más desempoderados de toda la estructura social.
¿Cuál es tu sueño con ‘Chaka’?
El sueño de ‘Chaka’ es que en cada rincón de la Argentina existan empresas gerenciadas por mujeres que provienen de contextos vulnerables. Mujeres de ingresos bajos, mujeres pobres, mujeres que viven en barrios populares, mujeres que, en general, tienden a ser indígeno ascendientes. La idea de esto surge no tanto como a salir a trabajar en toda la agenda de las comunidades indígenas, sino en particular en la agenda de la autonomía económica de las mujeres. En entender que hay una deuda y un interés en estas mujeres de integrarse al sistema productivo de la Argentina. Chaka lo que busca hacer es brindar herramientas de gerenciamiento o de emprendedurismo para garantizar la existencia de estas empresas gerenciadas por ellas.
¿Cuáles fueron los mayores desafíos que tuviste que afrontar en ambos proyectos? ¿Qué te ayudó a solucionarlas y salir adelante?
Los mayores desafíos hasta ahora fueron dos. Por un lado, el de la teoría del cambio. Con esto me refiero a primero tener una noción o un entendimiento profundo y sólido de cuál es el problema que queremos sacar para recién ahí pensar una solución, para recién ahí investigar cuáles son las soluciones que fueron efectivas en otros lugares. En segundo lugar, el gran desafío de tener recursos. Para eso, es necesario alinear los intereses de los actores claves. En el caso de los programadores fue clave conseguir el apoyo de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán, que hoy financia la implementación de estos programas.
¿Y en el caso de Chaka’?
Ahí el gran desafío que tuvimos fue participar de muchas rondas de financiamientos. Hoy tenemos un Capital Semilla, luego de haber participado en varias rondas, que nos explicaron que, para un proyecto de esa escala, la tasa de éxito es, de 15 postulaciones recién una recibe financiamiento. Nosotras tuvimos suerte porque postulamos a 5 y en la quinta recibimos este primer financiamiento que, en algún punto, en términos comparados con otros proyectos tuvimos mucha suerte de tiempos. Hoy recibimos un capital semilla de la Fundación del Rio de la Plata con la cual vamos a poder implementar este programa de mentoreo en el Valle Calchaquí.
¿Qué sentiste y cuál fue tu reacción al enterarte que ibas a pertenecer a la generación Obama Scholars?
Fue una linda sorpresa. Me había postulado a ocho programas y pensaba que este era el último en aceptarme. Me di cuenta de que iba a ser parte de un proceso transformador que hoy puedo confirmar. Si bien la beca me pedía renunciar a mi trabajo, me dio la oportunidad económica de pensarme, de no tener que depender de un trabajo para reflexionar sobre mi vida durante un año, me permitió volver a mi comunidad, a Tucumán, de conectar con esos problemas y de pensar y construir desde ahí la responsabilidad que siento que tengo de llevar todas aquellas oportunidades que tuve a intentar a cambiar un poco o liderar procesos que intenten mejorar a Tucumán.
¿Qué oportunidad crees que te dará haber sido parte de esta experiencia?
La oportunidad que me dio la beca fue la de tener una mirada más global. De tener una perspectiva más amplia. De entender problemas de primera mano en profundidad de mis compañeros que eran 10 de países distintos. En esa línea me permitió un montón reafirmar mis agendas, en particular la del racismo. La de entender que se ha avanzado en esos términos mucho a nivel global. En particular en EE.UU. Por ejemplo, un dato es que en las últimas 6 décadas, hubo un cuarto del crecimiento de los EE.UU se explica por el ingreso de las mujeres y de las minorías racializadas a sectores donde estaban subrepresentados, en particular, en el marcado laboral. Este dato es muy importante para la Argentina para entender que si hacemos foco en el ingreso de las argentinas al mercado laboral y las personas indígeno ascendientes, tenemos una receta que nos dice cómo garantizar un mejor desarrollo productivo, económico y, sobre todo, humano en nuestro país.
¿Cuál es el sueño de Inés Palacios?
Mi sueño es ser parte de la generación que transforme Tucumán para siempre. Sueño con que Tucumán sea la provincia más próspera en términos de calidad institucional, que esté fortalecida. Sueño que tengamos grandes niveles de equidad, que las mujeres y por sobre todo, los indígeno ascendientes, puedan pensar su trayectoria de vida llena de oportunidades como todos y todas las tucumanas. Sueño que seamos y volvamos a ser el jardín de la República, no solo en términos institucionales, sino también como jardín en sí. Tucumán tiene el potencial de ser una provincia muy sustentable y hoy estamos lejos de serlo. Tucumán se merece una discusión sobre cómo quiere que sea su matriz productiva y se merece un plan que nos lleve a mayor desarrollo humano, productivo, institucional y quiero ser parte de la generación que lidere esos procesos de acá a los próximos 30 años.
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