El emprendedor de 21 años profundiza sobre la problemática de la contaminación y cuenta qué está haciendo para combatirla en diálogo con POST.
Jerónimo Batista Bucher forma parte de un nuevo club de emprendedores jóvenes que sueñan con cambiar el mundo. Ya cuando era pequeño sentía un especial interés por la tecnología, la ciencia y el medioambiente, que desde hace años le viene pidiendo a gritos un respiro a la humanidad.
Se formó en la escuela técnica ORT y actualmente estudia Biotecnología en la Universidad de San Martín, lugar en donde tiene instalado su propio laboratorio para trabajar con el equipo de Henko, compañía que busca generar un impacto a nivel social y ambiental a través de iniciativas de base científica y tecnológica.
Hace algunos años creó Sorui, unas máquinas que generan vasos biodegradables con extractos de algas y se presentan como una solución perfecta para evitar el uso del plástico. Además, supo ser protagonista del encuentro Jóvenes por el G20 en Alemania, donde dio un discurso frente a la mismísima Angela Merkel.
¿Cuándo y cómo inició tu amor por el medioambiente?
Desde bastante chico me empezaron a interesar temas vinculados a la ciencia y la tecnología. Eso lo empecé a canalizar a través de mi participación en distintos programas extracurriculares, olimpiadas científicas, en donde tuve la posibilidad de competir representando a Argentina a nivel americano y a nivel internacional en la India cuando tenía 14. También participé en becas de investigación en diferentes lugares, abarcando temas muy diversos: en Chile, por ejemplo, trabajando en una isla con ecología de líquenes; o en un laboratorio de física de partículas en Israel, trabajando con disociación molecular inducida por láser.
¿Y qué temáticas te llamaron más la atención?
Con el tiempo comenzaron a interesarme temas relacionados a la ecología, a la biología celular. Siempre me resultó llamativo el hecho de poder entender cómo funcionan las cosas que nos rodean y cuestionarme ciertos aspectos que tienen que ver con la propia existencia del hombre en la tierra; observando cómo a partir de nuestro desarrollo económico productivo estamos generando un impacto tan nocivo en nuestro entorno y en los ecosistemas de los cuales somos parte. Y eso, definitivamente, termina afectandonos, termina dañando y generando una amenaza enorme a nuestra salud.
Y de a poco estos temas comenzaron a relacionarse entre sí….
Así es, todos esos temas que me eran de interés se empezaron a vincular y a partir de eso fue como empecé a involucrarme cada vez más. Yo estuve en una orientación técnica en los últimos años de la escuela secundaria en ORT aprendiendo sobre temas de tecnología, de electrónica, de programación, de diseño; y ahí empecé a pensar cómo todas esas herramientas con las cuales me venía familiarizando podían, no solo permitirme entender mejor esta problemática, dimensionarla y generar evidencia para poder actuar al respecto, sino convertirse en esas propias formas o mecanismos de hacerle frente y poder desarrollar productos, soluciones, o información fiable para un mejor abordaje integral.
¿Qué te incentivó a movilizarte y especificarte por la reducción de la contaminación plástica?
Justamente cuando estaba terminando la escuela secundaria y estaba en el último año de la orientación de tecnología de la información en la comunicación, había que desarrollar un proyecto final durante todo el año en donde uno tenía que pensar un tema, una situación o una problemática que te interesara, para trabajarla y buscar algún tipo de proyecto que pudiera mejorarla. A mí me llamaba la atención un consumo muy intenso de vasos de plásticos descartables en el colegio. Era un producto que se usaba todo el tiempo.
Veía como los chicos sacaban un vaso, tomaban un trago de agua y lo tiraban. Y yo pensaba ‘eso va a contaminar para siempre’, porque son materiales sintéticos derivados del petróleo que no pueden biodegradarse. Todos los días aparecían los tachos de basura rebalsados de vasos que se habían usado por instantes. De surgió esa inquietud por esta problemática en particular. Y empecé a indagar distintos materiales, distintas formas para plantear una alternativa que evitara ese impacto negativo.
Y allí surgió Sorui… ¿podrías explicar brevemente en qué consiste?
Sorui es una solución alternativa a lo que estábamos hablando. Son máquinas que generan vasos biodegradables, máquinas que producen y dispensan vasos hechos con extractos de algas en el mismo lugar donde se van a consumir. En una oficina, en un lugar de comida, en un lugar de eventos, en una universidad o donde fuera que habitualmente se utilicen. Los usuarios los retiran de la máquina y pueden usarlos para cualquier bebida. Luego, cuando eso se descarta, se dejan en la tierra o se compostan. Al ser un residuo orgánico puede realmente descomponerse muy rápido y en menos de un par de semanas ser biodegradado por completo.
¿Cómo describirías la situación actual de la contaminación plástica en el mundo?
Bueno, de a poco fui conociendo cada vez más, investigando e interesándome sobre la enorme crisis que representan los desechos plásticos en términos ambientales, que también van de la mano de una situación climática muy grave. Se está viviendo un momento realmente muy complejo en ese sentido. El gran problema de todo esto radica en que son materiales que estamos generando a partir del petróleo, del gas natural, de derivados de combustibles fósiles. Elementos que estamos sacando de a miles de metros bajo tierra, que se generaron ahí durante millones de años, transformándolos en estos productos cuando no hay nada que pueda realmente descomponer eso. Entonces ahí empieza ese gran problema. Sobre todo, con este uso tan irracional o tan efímero que le damos a un vaso, un plato o una cuchara de plástico, un sorbete, una bolsa. Los usamos, los tiramos y eso contamina más allá de toda nuestra existencia.
El plástico se empezó a generar alrededor del 1900. Y todo eso que hemos generado sigue hoy en día presente y va acumulándose cada vez más. En los últimos diez años se generó más plástico que en todo el siglo pasado. Esto crece sin parar y por eso necesitamos empezar a frenarlo.
Hace décadas que se sabe que hay un problema importante con esa contaminación. Vemos imágenes de esas grandes islas de plástico flotando en los océanos o de aves o peces que aparecen con todo el tracto digestivo repleto de plástico, que murieron de inanición o ahogadas. Son cuestiones que impactan, pero más allá de que la gente puede empatizar con eso, lo ve como algo lejano y no tomamos en cuenta que hoy en día todo el mundo está ingiriendo plásticos.
¿Y los seres humanos ingerimos plástico sin darnos cuenta?
Sí, estamos ingiriendo por semana unos cinco gramos de plástico, lo cual equivale a que nos estuviéramos comiendo cada siete días un vaso de plástico descartable. Lo estamos ingiriendo en el agua que tomamos, en nuestros alimentos. Y también cuando respiramos. El plástico no se reintegra a los ciclos de la naturaleza. En cuanto mucho se va partiendo en pedazos cada vez más chicos, que son los micro plásticos. Lo que mencionaba que estamos ingiriendo.
¿Cuándo arrancaste con Henko?
Arranqué con Henko justamente en ese momento inicial de empezar con el proyecto y pensando distintas iniciativas que pudieran trabajar sobre el concepto de la sustentabilidad. De cómo impulsar un desarrollo que sea inclusivo, justo y responsable ambientalmente, abordando ciertas problemáticas sociales ambientales en particular. Arrancando con Sorui y también con iniciativas vinculadas a la educación y cómo democratizar o impulsar el acceso a oportunidades.
¿Qué permitió el crecimiento acelerado de Henko y Souri?
Un paso fundamental para Henko y Sorui fue haber podido establecer un espacio de desarrollo en el campus de la Universidad de UNSAM, la Universidad Nacional de San Martín, que es donde hoy en día estudio Biotecnología. Eso realmente fue un punto muy importante a partir del cual se pudo ir acelerando todo el avance en el proyecto, en vistas de poder avanzar con todas las certificaciones que son necesarias e ir optimizando continuamente el producto.
El elemento central de Henko tiene que ver con basarse en el desarrollo científico tecnológico o la cuestión de la transferencia. De pasar de una potencialidad en términos de un concepto o de una forma de aplicar cierta tecnología, a poder traducirlo en un producto en particular, una solución a un problema concreto. Hoy en día el objetivo es seguir avanzando y que Sorui, por ejemplo, pueda ser una herramienta que sirva y que tenga un impacto en la mayor medida posible
En varios portales se habla sobre el discurso que diste ante Angela Merkel en el encuentro Jóvenes por el G20 en Alemania en 2017. ¿Qué es lo que más te impactó de ese encuentro o momento? ¿Te esperabas esa repercusión?
En el 2017 tuve la chance de representar a Argentina en la Cumbre Mundial del G20, la cumbre de jóvenes que se hizo en Berlín. Fue una oportunidad increíble de poder trabajar con jóvenes que representaban a los países que forman parte de estas grandes economías globales, también de la ONU y de la Organización Mundial del Trabajo. Me encontré con un montón de especialistas que trabajan con temas relacionados a problemáticas sociales y ambientales en todo el mundo, y con realidades muy diferentes en los distintos territorios. Realmente fue muy enriquecedor todo ese intercambio. Esto de tratar de consensuar y generar propuestas unificadas.
Yo estuve en un comité de ambiente, cambio climático y energías trabajando cómo generar distintas perspectivas desde el punto de vista de la juventud, para que eso pueda considerarse, plasmarse e incorporarse en la visión o en los acuerdos que se llegan en estos máximos líderes globales: mandatarios, cancilleres, primeros ministros de estas potencias que definitivamente toman decisiones que definen nuestra realidad, nuestro presente y sobre todo nuestro futuro.
Y ahí en el cierre de la cumbre, cuando completamos ese comunicado final, tuve el honor de ser elegido para dar el discurso en el encuentro que se hizo en la Cancillería federal ante la anfitriona de la cumbre, que era Angela Merkel. Traté de transmitir de la manera más contundente y directa ese mensaje que estábamos llevando. La verdad es una cuestión que en el momento uno no dimensiona, pero fue una oportunidad realmente incalculable. Esa chance de poder llegar de esa forma tan directa.
¿Qué sentiste y qué pensamientos se te cruzaron por la cabeza cuando fuiste elegido por el MIT como uno de los 100 Líderes del Futuro a nivel global? ¿Lo sentís como un reconocimiento más o una responsabilidad que tenes que asumir?
Fue muy gratificante a nivel personal. Tienen que ver, sobre todo, con un compromiso de poder generar esa llegada, esa vinculación, esa visibilidad. Estas distinciones son herramientas que sirven para potenciar el trabajo que uno viene realizando y para involucrar cada vez a más gente que conoce de esto y puede contribuir, seguir sumando. Tratar de hacerlo realmente de una forma que tenga que ver con una construcción colectiva, estar generando una realidad ascendente para todo el mundo, un mayor bienestar.
¿Creés que hay una mayor consciencia en las nuevas generaciones por el cuidado del medioambiente?
Sí, hoy en día se habla cada vez más. Hay un mayor conocimiento, una mayor cercanía por parte de las nuevas generaciones, de los jóvenes. Esto es porque hay más información y se los va inculcando de más chicos sobre estos temas. Pero también, esto va aparejado con un crecimiento enorme y hasta exponencial de las problemáticas que estamos enfrentando. De la crisis climática y ecológica que estamos viviendo, de fenómenos como el cambio climático, la contaminación, los residuos, de la crisis en términos sanitarios.
Pero sí, las generaciones se están formando, tienen una cercanía y lo ven de manera más directa. Por lo tanto, resulta más alevoso. Pero hay que entender que el compromiso que necesitamos no alcanza y se requiere de un compromiso transversal y mucho más ambicioso. Porque, verdaderamente, si la situación no la empezamos a frenar desde ahora, vamos a llegar al punto de no retorno en términos biofísicos, siendo muy complejo volver atrás.
Es algo que tenemos que saberlo y traducirlo en acciones. En cuestiones donde marcamos una visión, un camino a transitar. Y veo que por ahí empieza a reflejarse en decisiones a nivel empresarial o de los gobiernos. De cómo necesitamos incorporar eso integralmente, que sea sistemático y que pueda tener escala. Porque si no queda como una conciencia de nicho que no transforma nuestra realidad.
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